miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA GUERRA DE PATRIOTAS NICARAGUENSES CONTRA WILLIAN WALKER FUE EN TIEMPOS DEL COLERA.


La rivalidad entre leoneses y granadinos, dos pueblos que nunca se quisieron, fue de mal en peor en 1854. Don Fruto Chamorro, caudillo legitimista que había sido elegido director nacional del estado nicaragüense tan solo un año antes, quiso quedarse más tiempo en el poder y sus enemigos, los democráticos leoneses, olieron la dictadura que se venía y se fueron a las armas.

Chamorro, nacido en Guatemala, pero de padres nicaragüenses, se proclamó presidente del país, declaró República a Nicaragua, mandó a crear una nueva Constitución, que no entraría en vigor, y cambió la sede de gobierno de León a Granada, donde era un caudillo “amado”.

Los dirigentes leoneses, por su parte, se replegaron a Honduras. Fueron arropados por José Trinidad Cabañas, caudillo hondureño enemistado con Chamorro. Los leoneses se organizaron en el vecino país y en mayo declararon la guerra a Chamorro. El 11 de junio nombraron, ilegalmente, el gobierno provisional y nombraron a Francisco Castellón como director nacional.

Se abrió fuego en ciudades como Rivas y Granada.
Otra vez se enfrentaban granadinos y leoneses. Legitimistas y democráticos. Timbucos y calandracas. Una bandera blanca distinguía a los primeros y una roja a los otros. Dos pueblos que se habían detestado siempre, desde la Colonia.

Chamorro era un hombre de “muy pequeña, pero fuerte estatura, y de voz un tanto nasal”, lo describió el historiador Jerónimo Pérez en su libro de Memorias de la Guerra Nacional .

Pérez dice que el caudillo conservador era también un hombre con mucho valor. “Cuando adoptaba una determinación, era tan resuelto y firme que nada podía hacerle ceder”. Era terco.

Y para acabar de definir su carácter de caudillo, Pérez lo describió también como un hombre sensible. Terminaba llorando por cualquier cosa. Fue “un ángel para unos y un monstruo infernal para otros”, lo resumió José Dolores Gámez en su libro Historia de Nicaragua.

Castellón, que perdió elecciones con Chamorro, pero que había sido diputado y ministro plenipotenciario en Inglaterra y que moriría del cólera, destacó por un error histórico: en su desesperación por sacar del poder al dirigente legitimista arregló con el norteamericano Byron Cole traer a mercenarios estadounidenses para ganar la guerra.

Con el trato estuvo de acuerdo el impulsivo abogado Máximo Jerez, quien después pelearía contra los filibusteros. El contrato aprobado el 28 de diciembre de 1854 estableció que la tropa sería mantenida con “carnes y totopostes”, y que los soldados y sargentos ganarían cuatro reales diarios, mientras que los oficiales un peso y dos pesos el comandante. Se le designó el nombre de “Falange democrática”.

A los pocos días, en los comienzos de 1855, Cole delegó el cumplimiento del contrato en William Walker, quien escribía para el periódico de Cole.

Había un antecedente legal que justificaba la intervención de ejércitos extranjeros en un conflicto nacional. En 1851, en los tiempos cuando fue director nacional José de Jesús Alfaro, el poder legislativo había autorizado al ejecutivo para “solicitar protección armada de cualquiera de los gobiernos de Centroamérica o de otro extraño amigo del de Nicaragua y facultarlo para introducir tropas al Estado, tropas auxiliares, y agregar a las filas a los ciudadanos norteamericanos que quieran prestar sus servicios; ofreciéndoles terrenos baldíos en el Estado”, reza el decreto recogido por distintos textos.

PROTECTORADO INGLÉS


En esa época se hablaba ya de construir un canal interoceánico aprovechando la ruta del río San Juan. Sin embargo, gran parte de ese territorio nicaragüense estaba controlada por Inglaterra, que tenía el protectorado Mosquito.

Para frenar el intento de expansión de los ingleses en Centroamérica, en 1850, esa potencia había suscrito un acuerdo con Estados Unidos, conocido como el tratado Clayton -Bulwer.

La presencia de Inglaterra se consideraba un obstáculo para las pretensiones expansionistas de Estados Unidos y su “destino manifiesto”, del que Walker sería un abanderado.

A mediados del siglo XIX también se estableció la Compañía del Tránsito, que iba a navegar por las costas del Pacífico.

WALKER Y SU “NICARAGÜENSE”


Walker, oriundo del sur de Estados Unidos, desembarcó en junio de 1855 en El Realejo con 55 hombres. Apenas puso los pies en tierra fue nombrado coronel y cuatro meses después, tras escaramuzas en Rivas y Masaya, se tomó Granada.

Meses antes de su llegada, había muerto el caudillo Fruto Chamorro, sobreviviente de la escaramuza contra los democráticos en El Pozo, León, en mayo del 54. En su lugar asumió José María Estrada.

“Los altivos leoneses, después de tantos años de lucha, vinieron a convertirse en siervos del jefe filibustero, de cuyo férreo dominio no podían ni querían sustraerse”, escribió Gámez. La Iglesia, que también lo adulaba, le hacía alhajas para comprar rifles y contratar más filibusteros, según describe Gámez.

Los vapores del Tránsito venían repletos de filibusteros, que querían sumarse a la causa de Walker, que siempre fue muy distinta a los intereses de los democráticos. Fiel a los esclavistas sureños, Walker vino a conquistar Nicaragua —de paso a Centroamérica— y a instaurar la esclavitud. Fue lo que intentó hacer.

Fue en ese tiempo que el filibustero creó el periódico El Nicaragüense. El 75 por ciento de su contenido se escribía en inglés en el que hablaba mal de los nicaragüenses. “Desgraciados”, “afeminados”, eran algunos de los calificativos con que describían a los nacionales.

Apenas un 25 por ciento del periódico se redactaba en “español bárbaro”, que por el contrario se deshacía en elogios para los lugareños.

La prensa internacional, sobre todo la estadounidense, también dedicó acalorados artículos a la presencia de los filibusteros en Nicaragua.

Algunos referían los desmanes del filibusterismo en el pequeño país centroamericano. Describían sus robos, asesinatos, torturas, violaciones. Muchas familias de las principales ciudades, León y Granada, habían huido al campo.

DECLARAN LA GUERRA


Al interior del país crecía el descontento entre timbucos y calandracas con los invasores filibusteros. Jerez fue uno de los que se volteó después de una visita del caudillo hondureño, Cabañas, que había dejado el poder. Jerez renunció a seguir en el gobierno títere de Patricio Rivas que Walker manipulaba a su antojo.

Historiadores como Gámez refieren que la “conducta antipatriótica” de los políticos nicaragüenses, que siempre antepusieron sus intereses particulares a los del país, fue la mejor aliada de Walker, quien en julio de 1856 se proclamó presidente de Nicaragua. Instauró el inglés como idioma, y un mes después instauró la esclavitud. Algunos textos refieren que el filibustero pretendía mandar a 20,000 nicaragüenses para que fueran esclavizados en el sur de Estados Unidos.

En abril y junio, Costa Rica, primero, y luego El Salvador le declararon la guerra. Para septiembre, timbucos y calandracas se pondrían de acuerdo en pelear juntos y recibirían refuerzos de los “ejércitos aliados” de Centroamérica para sacar a Walker, tarea que no resultó fácil.


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