jueves, 12 de septiembre de 2013

Walker esclavista del sur de EEUU.



Ahí estaba. El gringo de 32 años, de aspecto patibulario, que había venido 13 meses antes para echar a unos del poder, investido como presidente. El mismo que nació en un estado esclavista del sur, que tuvo una novia sordomuda y que hizo estudios de Medicina en Pennsylvania.

“Con la mayor efusión de gozo entrego el mando supremo de la República, seguro y satisfecho de que vas a darle su quietud, progreso y respetabilidad. Yo lo conozco, los pueblos igualmente; puesto que han depositado la confianza que has aceptado”.

Esas palabras de entusiasmo las pronunció Fermín Ferrer en el acto solemne celebrado en Granada el sábado 12 de julio de 1856 durante la investidura del filibustero William Walker, como presidente de Nicaragua.
 El mismo discurso se leyó después en inglés.

Acto seguido Ferrer, dirigente legitimista, juramentó al nuevo mandatario que había sido elegido con 8,401 votos, según refieren los documentos recopilados por Alejandro Bolaños Geyer, en su libro Walker, el predestinado de los ojos grises, que se descarga en la biblioteca virtual de Enrique Bolaños.

Walker llegó a Nicaragua en junio de 1855, con 55 hombres, “la Falange democrática”, que no era más que una banda de filibusteros. El estadounidense se arrodilló e hizo la promesa de ley, ofreció luego un discurso en aquella ciudad que se alza a la orilla del lago y que se engalanó ese día para la celebración.

“Confío sinceramente que todos los buenos ciudadanos me ayudarán al sostenimiento de aquel orden de las cosas”, dijo, y luego fustigó contra los ejércitos de los países vecinos que intentaban echarlo del país. “Los otros cuatro Estados de Centroamérica, sin razón y sin justicia, intentan intervenir en los negocios de Nicaragua”.

Los datos biográficos sobre Walker —recopilados por Bolaños Geyer— son los siguientes: nació en Nashville, Tennessee, el sur de Estados Unidos, el 8 de mayo de 1824. Sus padres eran de origen escocés. De niño le decían “Billy”. “Siempre fue serio y taciturno”. Fue alumno destacado desde la adolescencia.

Quienes lo conocieron antes de convertirse en un aventurero decían que era una persona de carácter tranquilo, que habría cambiado mucho después del noviazgo que sostuvo con una muchacha sordomuda, muy bella por la que había aprendido el lenguaje de señas.

FRACASO EN SONORA


Rompieron por “una desavenencia y antes de que pudieran reconciliarse ella falleció”, relata Bolaños Geyer. Su muerte lo convirtió en un hombre melancólico y más tarde se transformó en el aventurero.

A comienzos de 1852, Walker partió con una expedición militar a Sonora. Recién había muerto su madre quien siempre lo llamó “Billy”. En el estado mexicano, el filibustero tenía pretensiones de fundar una República y de instaurar la esclavitud. Para lograr su empresa puso a la venta el “país” que aún no había conquistado. Este proyecto al final fracasó. Sin embargo, se considera que su expedición a Sonora, aunque fue repudiada por la opinión pública, habría empujado la compra forzada que hizo Estados Unidos de territorio mexicano.

Por eso fue juzgado en San Francisco, pero al final fue absuelto. Volvió a ganarse la vida con el periodismo y retomó la política.

En 1856 después que fue investido en Granada como el nuevo mandatario, una de sus primeras decisiones fue instaurar la esclavitud. Distintos textos históricos sostienen que Walker habría ofrecido llevar a los estados del sur alrededor de “20,000 indios” nicaragüenses, a los que consideraba tan fuertes como “los negros” para las actividades agrícolas.

El filibustero contaba con el apoyo de algunos políticos sureños que sobredimensionaban sus acciones en Nicaragua, pero también con adversarios sobre todo de los estados del norte que denunciaban las fechorías cometidas por el filibustero en el país.

Fusilado en Honduras

“El general William Walker fue fusilado el 12 de los corrientes a las ocho de la mañana. Exhibió a través de todo la mayor serenidad; ni siquiera cambió de color mientras caminaba de la prisión a la plaza en donde lo ejecutaron. Dos soldados con espadas desenvainadas marchaban delante de él y lo seguían tres con bayonetas caladas. Llevaba un sombrero en la mano derecha y en la izquierda un crucifijo”. Así describió la crónica de The New York Herald del 4 de octubre, dando cuenta del fusilamiento del filibustero en Trujillo, Honduras, según el libro de Alejandro Bolaños Geyer, El Predestinado de los ojos grises , disponible en la biblioteca virtual del expresidente Enrique Bolaños. 

El cronista escribió que aunque no podía hablar con fuerza, habló bajo al cura y dijo que le pedía perdón a la gente por todos los daños causados. 

El pelotón de diez hombres dio un paso al frente y de inmediato descargaron fuego. El filibustero murió al instante. El cónsul norteamericano pagó su sepelio



LA RENDICION DE LOS FILIBUSTEROS DE WALKER.



A comienzos de 1857 la guerra se trasladó al sur. Rivas y sus pueblos cercanos como San Jorge, La Virgen y San Juan del Sur, que eran claves para el filibusterismo, se transformaron en escenario de escaramuzas entre los ejércitos aliados y los filibusteros de William Walker.

Atrás quedaban Granada quemada y Masaya ensangrentada, en manos ya de los aliados.

También había control de la ruta del río San Juan. El ejército costarricense, que combatía a los gringos filibusteros, estaban posicionados en la ruta del río y sus fuertes en San Carlos y El Castillo.
El mes anterior, diciembre había sido clave para la guerra contra Walker. Los costarricenses se apoderaron de todos los vapores de la Compañía de Tránsito.

Había entrado a financiar la guerra antifilibustera el comodoro Cornelius Vanderbilt, a quien Walker había despojado de sus derechos en la Compañía de Tránsito. Vanderbilt, decidido a echar a Walker y su gente, había buscado a un diestro marino de apellido Spencer y lo puso a las órdenes de Juan Rafael Mora, el gobernante tico.

“Despojar a Walker de los vapores era una empresa que se consideraba de titanes. La realización de ese hecho en tan pocos días levantó el espíritu de los centroamericanos”, escribió José Dolores Gámez, en su libro Historia de Nicaragua.

ESPERABA REFUERZOS


Pero Walker, que seguía atrincherado en Rivas, a comienzos de 1857, confiaba en que llegarían refuerzos desde Estados Unidos a San Juan del Norte, y que lograría poner la balanza a su favor.

Los primeros tres meses fueron violentos en la zona de Rivas. Se registraron numerosos combates que iban debilitando al bando filibustero.

En marzo se supo que recibiría refuerzos y de inmediato los ejércitos aliados (Nicaragua, Guatemala, Costa Rica, Honduras y El Salvador) enviaron al general Fernando Chamorro con 600 hombres. Chamorro y sus hombres se situaron en la hacienda El Jocote, entre Rivas y San Juan del Sur, y allí esperaron a los 80 hombres que iban a reforzar a los filibusteros. Pronto se abrió fuego. No demoraron mucho en ser abatidos y perseguidos.

También había deserciones continuas. La inyección económica de Vanderbilt se tradujo, en parte, en financiar la repatriación de filibusteros. Los ticos regaban entre las filas invasoras la noticia de que recibirían dinero y pasaje para regresar a su país. Esa estrategia funcionó y ayudó a desgranar las tropas de Walker.

En el campamento de los aliados centroamericanos siempre estaban al borde de nuevas divisiones, según describe Gámez en el capítulo dedicado al final de la guerra.

En esos meses aciagos, había anclado en San Juan del Sur la fragata de guerra estadounidense Saint Mary, al mando del capitán Charles Davis, quien ayudaría a la “capitulación honrosa” de Walker y sus filibusteros, que aceptaron largarse de Nicaragua el primero de mayo de 1857.

El 11 de abril se había producido la última batalla de Rivas, entre los ejércitos aliados, unos 3,000 hombres y las fuerzas filibusteras. No obstante, distintos apuntes sostienen que las tropas aliadas fueron derrotadas en esa última contienda. Que sus bajas humanas fueron grandes y que las de los filibusteros “insignificantes”.

Eso permitió al filibustero irse con “honores”.

Walker no firmó su rendición ante ningún general de los ejércitos aliados, sino ante el capitán Davis. Algunos generales como Tomás Martínez y Pedro Chamorro habrían querido el “pirata”, como también lo consideraban, se hubiera comprometido a no volver a “hostilizar” ningún estado de la región, sin embargo, el general tico José Joaquín Mora habría expresado su aprobación a los términos del compromiso entre Walker y Davis, con tal de ponerle fin al conflicto lo más pronto posible.

Al final de la guerra “tenía más orgullo el vencido que el vencedor”, escribe Gámez. Tampoco se comprometió a no organizar más expediciones en Centroamérica.

Aparte 500 de sus hombres recibieron 30,000 pesos para abandonar la ciudad de Rivas destruida por la contienda.

Años después, en su libro La Guerra de Nicaragua, Walker lamentaría la tardanza de refuerzos y armas:

“Los Estados del Sur convencidos de la imposibilidad de introducir la esclavitud en Kansas, se prepararon para concentrar sus esfuerzos sobre Centroamérica, enviando a San Juan del Norte hombres escogidos y provistos de excelentes armamentos y equipos. Si los mismos esfuerzos se hubieran hecho tres meses antes (de la toma de los vapores), el establecimiento de los americanos en Nicaragua se habría asegurado sin peligro”.

Pero el día de su capitulación en Rivas, las palabras del filibustero, que volvería a Centroamérica en otra expedición y moriría, sus palabras fueron de recriminación.

“Reducidos a nuestra situación actual por la cobardía de algunos, la incapacidad de otros y la traición de muchos, el ejército no obstante ha escrito una página de historia americana que es imposible olvidar ni borrar. Del futuro, si no del presente esperamos un juicio justo”, dijo Walker con su voz aguda y se largó maldiciendo este país.

Zarpó de Rivas con filibusteros enfermos, medio desnudos y descalzos. Se fue a su país vía Costa Rica y Panamá.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA GUERRA DE PATRIOTAS NICARAGUENSES CONTRA WILLIAN WALKER FUE EN TIEMPOS DEL COLERA.


La rivalidad entre leoneses y granadinos, dos pueblos que nunca se quisieron, fue de mal en peor en 1854. Don Fruto Chamorro, caudillo legitimista que había sido elegido director nacional del estado nicaragüense tan solo un año antes, quiso quedarse más tiempo en el poder y sus enemigos, los democráticos leoneses, olieron la dictadura que se venía y se fueron a las armas.

Chamorro, nacido en Guatemala, pero de padres nicaragüenses, se proclamó presidente del país, declaró República a Nicaragua, mandó a crear una nueva Constitución, que no entraría en vigor, y cambió la sede de gobierno de León a Granada, donde era un caudillo “amado”.

Los dirigentes leoneses, por su parte, se replegaron a Honduras. Fueron arropados por José Trinidad Cabañas, caudillo hondureño enemistado con Chamorro. Los leoneses se organizaron en el vecino país y en mayo declararon la guerra a Chamorro. El 11 de junio nombraron, ilegalmente, el gobierno provisional y nombraron a Francisco Castellón como director nacional.

Se abrió fuego en ciudades como Rivas y Granada.
Otra vez se enfrentaban granadinos y leoneses. Legitimistas y democráticos. Timbucos y calandracas. Una bandera blanca distinguía a los primeros y una roja a los otros. Dos pueblos que se habían detestado siempre, desde la Colonia.

Chamorro era un hombre de “muy pequeña, pero fuerte estatura, y de voz un tanto nasal”, lo describió el historiador Jerónimo Pérez en su libro de Memorias de la Guerra Nacional .

Pérez dice que el caudillo conservador era también un hombre con mucho valor. “Cuando adoptaba una determinación, era tan resuelto y firme que nada podía hacerle ceder”. Era terco.

Y para acabar de definir su carácter de caudillo, Pérez lo describió también como un hombre sensible. Terminaba llorando por cualquier cosa. Fue “un ángel para unos y un monstruo infernal para otros”, lo resumió José Dolores Gámez en su libro Historia de Nicaragua.

Castellón, que perdió elecciones con Chamorro, pero que había sido diputado y ministro plenipotenciario en Inglaterra y que moriría del cólera, destacó por un error histórico: en su desesperación por sacar del poder al dirigente legitimista arregló con el norteamericano Byron Cole traer a mercenarios estadounidenses para ganar la guerra.

Con el trato estuvo de acuerdo el impulsivo abogado Máximo Jerez, quien después pelearía contra los filibusteros. El contrato aprobado el 28 de diciembre de 1854 estableció que la tropa sería mantenida con “carnes y totopostes”, y que los soldados y sargentos ganarían cuatro reales diarios, mientras que los oficiales un peso y dos pesos el comandante. Se le designó el nombre de “Falange democrática”.

A los pocos días, en los comienzos de 1855, Cole delegó el cumplimiento del contrato en William Walker, quien escribía para el periódico de Cole.

Había un antecedente legal que justificaba la intervención de ejércitos extranjeros en un conflicto nacional. En 1851, en los tiempos cuando fue director nacional José de Jesús Alfaro, el poder legislativo había autorizado al ejecutivo para “solicitar protección armada de cualquiera de los gobiernos de Centroamérica o de otro extraño amigo del de Nicaragua y facultarlo para introducir tropas al Estado, tropas auxiliares, y agregar a las filas a los ciudadanos norteamericanos que quieran prestar sus servicios; ofreciéndoles terrenos baldíos en el Estado”, reza el decreto recogido por distintos textos.

PROTECTORADO INGLÉS


En esa época se hablaba ya de construir un canal interoceánico aprovechando la ruta del río San Juan. Sin embargo, gran parte de ese territorio nicaragüense estaba controlada por Inglaterra, que tenía el protectorado Mosquito.

Para frenar el intento de expansión de los ingleses en Centroamérica, en 1850, esa potencia había suscrito un acuerdo con Estados Unidos, conocido como el tratado Clayton -Bulwer.

La presencia de Inglaterra se consideraba un obstáculo para las pretensiones expansionistas de Estados Unidos y su “destino manifiesto”, del que Walker sería un abanderado.

A mediados del siglo XIX también se estableció la Compañía del Tránsito, que iba a navegar por las costas del Pacífico.

WALKER Y SU “NICARAGÜENSE”


Walker, oriundo del sur de Estados Unidos, desembarcó en junio de 1855 en El Realejo con 55 hombres. Apenas puso los pies en tierra fue nombrado coronel y cuatro meses después, tras escaramuzas en Rivas y Masaya, se tomó Granada.

Meses antes de su llegada, había muerto el caudillo Fruto Chamorro, sobreviviente de la escaramuza contra los democráticos en El Pozo, León, en mayo del 54. En su lugar asumió José María Estrada.

“Los altivos leoneses, después de tantos años de lucha, vinieron a convertirse en siervos del jefe filibustero, de cuyo férreo dominio no podían ni querían sustraerse”, escribió Gámez. La Iglesia, que también lo adulaba, le hacía alhajas para comprar rifles y contratar más filibusteros, según describe Gámez.

Los vapores del Tránsito venían repletos de filibusteros, que querían sumarse a la causa de Walker, que siempre fue muy distinta a los intereses de los democráticos. Fiel a los esclavistas sureños, Walker vino a conquistar Nicaragua —de paso a Centroamérica— y a instaurar la esclavitud. Fue lo que intentó hacer.

Fue en ese tiempo que el filibustero creó el periódico El Nicaragüense. El 75 por ciento de su contenido se escribía en inglés en el que hablaba mal de los nicaragüenses. “Desgraciados”, “afeminados”, eran algunos de los calificativos con que describían a los nacionales.

Apenas un 25 por ciento del periódico se redactaba en “español bárbaro”, que por el contrario se deshacía en elogios para los lugareños.

La prensa internacional, sobre todo la estadounidense, también dedicó acalorados artículos a la presencia de los filibusteros en Nicaragua.

Algunos referían los desmanes del filibusterismo en el pequeño país centroamericano. Describían sus robos, asesinatos, torturas, violaciones. Muchas familias de las principales ciudades, León y Granada, habían huido al campo.

DECLARAN LA GUERRA


Al interior del país crecía el descontento entre timbucos y calandracas con los invasores filibusteros. Jerez fue uno de los que se volteó después de una visita del caudillo hondureño, Cabañas, que había dejado el poder. Jerez renunció a seguir en el gobierno títere de Patricio Rivas que Walker manipulaba a su antojo.

Historiadores como Gámez refieren que la “conducta antipatriótica” de los políticos nicaragüenses, que siempre antepusieron sus intereses particulares a los del país, fue la mejor aliada de Walker, quien en julio de 1856 se proclamó presidente de Nicaragua. Instauró el inglés como idioma, y un mes después instauró la esclavitud. Algunos textos refieren que el filibustero pretendía mandar a 20,000 nicaragüenses para que fueran esclavizados en el sur de Estados Unidos.

En abril y junio, Costa Rica, primero, y luego El Salvador le declararon la guerra. Para septiembre, timbucos y calandracas se pondrían de acuerdo en pelear juntos y recibirían refuerzos de los “ejércitos aliados” de Centroamérica para sacar a Walker, tarea que no resultó fácil.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Cual es la verdadera fecha de la independencia de Nicaragua -f


El 15 de septiembre de 1821, Nicaragua como tal, no se independizó de España, puesto que a esa fecha no existía como nación, sino como una provincia parte del Reino de Guatemala, formado por las Provincias Ciudad Real de Chiapas, Guatemala, San Salvador, Comayagua (de Honduras) y la Provincia de Nicaragua-Costa Rica, estas últimas, que se gobernaban como una sola provincia desde Guatemala. Quienes se independizaron fueron ese bloque de provincias, animadas por la declaración de independencia de México.
La declaración de Independencia no era tajante: mencionaba que la declaración dependencia de una futura decisión del Congreso de provincias que se formase, quien la debía ratificar o no.
La independencia de este bloque de Provincias españolas-centroamericanas fue controlada por los funcionarios españoles y criollos parte del aparato colonial, que esperaban que la crisis de poder en España volviera las cosas a su cauce natural: El Reino de Guatemala, unidad político administrativa del poder español, tenía comisionado al español Gabino Gainza como Jefe político de estas provincias. El Acta de Independencia de las Provincias lleva de primer firma la del propio funcionario del imperio español, Gabino Gainza.
El Acta, redactada en parte por José Cecilio del Valle, se preocupa porque el sentido de independencia puede generar la participación popular y salirse del control de las clases pro españolas. Manda literalmente que “el Sr. Jefe Político lo mande publicar para prevenir las consecuencias, que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.
No hubo independencia tampoco, porque al año siguiente, en 1822, estas Provincias, confirmando lo anterior, decidieron anexarse al Imperio declarado en México por Iturbide a favor de Fernando VII de España o a cualquiera de la casa Borbónica. Estas provincias se “independizaron” de España (dominada por Bonaparte) para sujetarse, a través de la anexión a México, al “Deseado” aspirante a Emperador de España, Fernando VII.
No pudieron haber republicas después del 15 de septiembre de 1821,  bajo un sistema monárquico como el planteado por Iturbide. Confirmando lo anterior, muchos funcionarios y representantes que firmaron el Acta de Independencia, fueron absorbidos por la administración de Iturbide. Por ejemplo, José Cecilio del Valle fue nombrado canciller del Imperio mexicano.
Tampoco al separarse de México, estas Provincias fueron independientes, pues decidieron seguir unidas  (Provincias Unidas de Centroamérica) y pasaron luego a formar una Republica Federal en 1824, que duró hasta 1840.
Nicaragua en particular, es el primer estado de la República Federal de Centroamérica, que declara finalmente su independencia ABSOLUTA de España, de México, de la Federación centroamericana el 30 de abril de 1838.
El 30 de abril de 1838 Nicaragua entra al concierto mundial de naciones como República independiente y soberana. Detrás quedaba históricamente descartada, la República Federal de Centroamérica. Esta es la verdadera fecha de independencia de la nación nicaragüense.