lunes, 26 de diciembre de 2011

A 200 AÑOS DE LA HEROICA REBELIÓN DE GRANADA


Unos mil hombres que conformaban el Batallón de Olancho llegaron a Masaya con la intención de conquistar Granada, al mando del sargento mayor Pedro Gutiérrez. Pero los granadinos --cuenta el escritor Jorge Eduardo Arellano-- ya tenían preparados los cañones en todas las calles y avenidas de la ciudad.
“El 20 de abril, Gutiérrez, acalorado por el licor, ordenó a los capitanes José María Palomar y José Argüelles, que con 200 negros caribes gentiles y 200 pardos soldados de su batallón, pasasen a atacar Granada entre las 3 y 4 de la madrugada del 21 de abril de 1812”.
A pesar de las trincheras que tenían los criollos de la ciudad, los invasores entraron hasta la plazoleta de Xalteva, donde se inició el sangriento tiroteo. Este fue uno de los últimos episodios de la historia nacional que se escribieron durante cuatro meses de alzamientos, revueltas, ataques y muertes que desembocaron en la rebelión del Cabildo de Granada.
Cinco movimientos de antipatía a la Monarquía Española se suscitaron en varias provincias centroamericanas, antes del 21 de septiembre de 1821. En Granada, la gente se amotinó contra las autoridades peninsulares, al mando de don Manuel Antonio de la Cerda y de don
Juan Argüello, participando el sacerdote católico Benito Soto, el 22 de diciembre de 1811, fecha en que los granadinos conmemoran su rebelión.
Fue cuando la región estuvo representada por seis diputados: por Guatemala, el canónigo Antonio de Larrazábal; por Chiapas, Mariano Robles; por Honduras, José Francisco Morejón; por Nicaragua, José Antonio López de la Plata; por El Salvador, el presbítero José Ignacio Ávila; y por Costa Rica, Florencio del Castillo.
Los cinco movimientos insurreccionales que condujeron a la proclamación de la Independencia de Centroamérica, ocurrieron en varios capítulos de nuestros pueblos, como una política anticolonial, a principios del siglo XIX, desde Hidalgo y Morelos, señalan los datos históricos. Toda una pléyade de personajes de esa época, involucrados en las intentonas precursoras de esas imborrables gestas cargadas de heroísmo.
El levantamiento preindependentista tuvo como resultado la deposición de las autoridades en aquella época, surgiendo en el gobierno el obispo Nicolás García y Jerez, quien aceptó el cargo. El sargento mayor Gutiérrez fue enviado a Granada a reducir a los rebeldes, pero los sublevados resistieron, entablándose un arreglo con los jefes de la plaza.
Indica el historiador Ricardo Paiz Castillo, que el gobierno ratificó lo dispuesto por una Junta, otorgando el indulto a los rebeldes, con lo cual no estuvo de acuerdo el capitán José Bustamante, por lo que ordenó el juicio a los amotinados, varios de los cuales fueron sentenciados a cumplir diversas penas.
Hubo muchos apresados y trasladados a las cárceles de España, algunos murieron allá, entre ellos el padre Benito Soto, y los que quedaron vivos recibieron el perdón, dice el historiador, en ocasión del cuarto aniversario de bodas del rey Fernando VII en 1817, o sea que permanecieron presos seis años en los calabozos españoles. 

Los más exaltados
De acuerdo con lo escrito sobre los hechos, en Centroamérica los más exaltados fueron en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. El 16 de diciembre de 1811, dice el alcalde de Granada, Roberto Sacasa, reunió al Ayuntamiento y le hizo jurar fidelidad a la Monarquía Española. Las divisiones entre criollos y peninsulares habían llegado al punto del estallido.
Los granadinos pidieron la deposición de todos los peninsulares, explica Paiz Castillo; lograron separar de su cargo al intendente y ratificaron como tal al obispo García Jerez. Cuando él se hizo cargo de la intendencia, envió al padre Benito Soto en calidad de Comandante Pacificador a Masaya, relata en su libro
“Granada la desgranada”, el doctor René Sandino Argüello, y también refiere la inconformidad del capitán Bustamante, que ordenó el ataque de Granada.
Las calles de la ciudad fueron escenarios de combates entre los insurrectos y los monárquicos. Hubo firma de paz, explica Sandino Argüello, se habló de respeto al nuevo  Ayuntamiento y de no represalias, pero confirma que Bustamante no aprobó eso, y ordenó al obispo García Jerez hacer prisioneros a los rebeldes: a Juan Argüello, Manuel Antonio de la Cerda, Joaquín Chamorro, Vicente Castillo, José Dolores Espinosa y otros, y al cura Soto, todos trasladados engrillados a las ergástulas españolas de Cádiz.
Añade: Pero cambiaron la pena de muerte por cadena perpetua; para Argüello y Cerda, 133 fueron a prisión. La señora Josefa Chamorro fue detenida por su apoyo a los rebeldes, y sus bienes le fueron confiscados. Soto y otros murieron en prisión.

Conmemoran bicentenario
Este pasado 22 de diciembre, las autoridades edilicias de La Gran Sultana celebraron el bicentenario de este histórico acontecimiento, que una década después desembocó en la Independencia de las Provincias de Centroamérica. El alcalde, Eulogio Mejía Marenco, presidió una sesión extraordinaria conmemorativa del Concejo, en la que también participaron los doctores Miriam Argüello y Rodolfo Sandino Argüello, ambos descendientes de Cerda y Argüello.
“El Primer Grito Independentista de Centroamérica los granadinos lo celebramos este 22 de diciembre del año en curso, cuando se cumplieron 200 años de que los pobladores de Granada se alzaron contra el dominio colonial español, poniendo fin a 287 años de paz colonial, y reunidos en cabildos decidieron darse autogobierno, trascendental acontecimiento ocurrido en nuestra ciudad a principios del siglo XIX”, dijo.
Durante el evento, los asistentes develaron el mural “Homenaje al Bicentenario de Granada 1811”, de la artista plástica Alba Benavente González, que permanecerá expuesto en carácter de préstamo en el Palacio Municipal de Granada del 22 de diciembre de 2011 al 21 de abril de 2012.
Rebautizaron la “Avenida Héroes de 1811”, localizada en el costado oeste del Parque Central y develaron una placa colocada en el edificio del Palacio de la Cultura “Joaquín Pasos Argüello”. Además, depositaron una ofrenda floral en el obelisco dedicado a los próceres de esta fecha, que se colocó hace 100 años, durante el primer centenario de la magnífica gesta.
OSIRISMELISA/241211

domingo, 4 de diciembre de 2011

Cleto Ordóñez: primer caudillo popular de Nicaragua



El Cabo de Artillería se alzó contra la injusti-cia, destruyó escudos, títulos nobiliarios, y se convirtió en el primer caudillo popular de Nicaragua, con una clara definición por los más desprotegidos en la escala social que dejó la monarquía española. Fue hijo del español Diego de Irigoyen, quien se hizo párroco de Managua, y de una negra. El mulato, fue el representante más idóneo de la composición racial de la Nicaragua de fines de los siglos XVIII e inicios del  XIX

La Academia de Geografía e Historia de Nicaragua organizó un debate historiográfico sobre la actuación histórica de Cleto Ordóñez (Granada, 1778-San Salvador, 1839), figura clave de Nicaragua a raíz de la independencia. Coordinador del evento, el suscrito señaló la complejidad de ese proceso formativo del Estado-Nación de Centroamérica, entidad política plasmada en la Constitución de las Provincias Unidas de Centro de América, el 22 de noviembre de 1824.
A partir del 1° de julio de 1823, tales provincias se habían independizado en forma absoluta tanto de España como del Imperio de Agustín de Iturbide, al que estuvieron adscritas desde el 5 de enero de 1822, cinco meses después de la proclamación en Guatemala de la independencia de la monarquía española, el 15 de septiembre de 1821. Por tanto, en menos de cuatro años, quienes habitaban el territorio del Istmo centroamericano fueron vasallos del rey de España, ciudadanos independientes de esa potencia europea en crisis, súbditos del Imperio Mexicano y ciudadanos de la Federación. Es decir, cuatro identidades políticas distintas a la que siguió una quinta: ciudadano del Estado de Nicaragua, surgido cuando fue decretada su primera constitución el 8 de abril de 1826.

[Cabrales y su premisa compartida]
Asimismo, el suscrito hizo un resumen de la bibliografía historiográfica sobre Ordóñez, destacando la semblanza de Luis Alberto Cabrales (1901-1974), publicada en 1958 con otras nueve microbiografías de próceres nacionales. “Cleto Ordóñez —afirmó— es el primer caudillo popular de Nicaragua, y el heroico defensor del régimen republicano de la lucha contra los imperialistas, partidarios de Iturbide”. Esta premisa fue compartida por todos los expositores.
El Plan de Iguala
Cabrales se refería al Plan de Iguala, firmado el 24 de febrero de 1821 en México, entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero. Llamado también de “Las tres garantías” (religión, unión, independencia), dicho Plan condujo a los criollos guatemaltecos a entenderse con el último representante de la monarquía española, Gabino Gainza, para proclamar la independencia en esos términos. Así lo había realizado el Estado de Chiapas, perteneciente a dicho Reino.
Pues bien, el 15 de septiembre asistieron en la capital de Guatemala dos bandos: unos pocos que se oponían a la independencia (altos funcionarios y eclesiásticos obstinados, más algunos comerciantes españoles monopolistas) y la mayoría que la consideraba impostergable y habían llegado a proclamarla siguiendo la orientación monárquica del Plan de Iguala. A este segundo bando pertenecía el propio Gainza, quien encabezaba la línea criolla, concepción independentista oficial: planeada previamente por peninsulares y españoles americanos, predominaba entre todas las autoridades coloniales.

La presión del tercer bando no invitado
Sin embargo, un tercer bando —que no estaba invitado— presionó a la última hora para que se variase de criterio, y las mismas autoridades tuvieron que proclamar la independencia tal como la concebían los liberales: sin anexión, o sea: en forma absoluta. Ante la exigencia de la plebe, acaudillada por elementos de la capa media alta urbana —como el doctor Pedro Molina (1777-1854) y su esposa Dolores— la actitud de los criollos tuvo que ceder. De manera que en esta ocasión triunfó la línea independentista liberal.
Pero el 5 de enero de 1822 se impuso el plan anexionista. En esa fecha, los criollos guatemaltecos se adhieren al Plan de Iguala, que proponía como Emperador al propio Fernando VII o a otro miembro de la familia reinante. En León, desde octubre de 1821, la Diputación Provincial, el clero y el claustro de la Universidad habían jurado “la absoluta independencia del gobierno español bajo los auspicios del imperio mexicano”. Optaron por la anexión. Dos de sus principales representantes eran el obispo Nicolás García Jerez (1757-1825) y el intendente Miguel González Saravia (ambos españoles y acérrimos defensores del abolido antiguo régimen).

El triunfo de Ordóñez y el saqueo como botín político
En ese marco de la nueva pugna entre anexionistas y republicanos surgió Cleto Ordóñez como líder de los barrios granadinos y aliado con algunos criollos liberales, entre ellos Juan Argüello y Manuel Antonio de la Cerda (protagonistas del movimiento insurgente de 1811 y 1812). Encabezando el bando republicano, Ordóñez rechazó militarmente en Granada a las fuerzas de González Saravia, el 13 de febrero de 1823. Pero este triunfo desató el saqueo y la expropiación como botín político. Sus partidarios allanaron 39 casas adineradas. Concretamente, mujeres del pueblo se apropiaron de alhajas, telas, vestidos, muebles, enseres de cocina y alimentos; con ellos, en suntuosos banquetes improvisados, se obsequiaba a la muchedumbre manjares y licores de la mejor calidad.

El testimonio de don Pedro Molina
Ordóñez se había tomado el Cuartel de Granada el 23 de enero de 1823 proclamando la república. En sus memorias, Pedro Molina lo consignaría: “Desmoronábase ya el Imperio mexicano, cuando el caballero de Granada [Crisanto Sacasa] imaginó evadirse del pago de una gruesa suma, suscitando una conmoción popular a efecto de que se persiguiese a su acreedor. Por ello se confabuló con un hombre atrevido y de talento que deseaba, por motivos más nobles, arrebatar su patria al yugo imperial, para que se echase sobre el Cuartel de la Guarnición. Sucedió así, y los cabecillas de la conspiración lograron sus fines, escondiéndose el primero y poniéndose al frente el segundo. Este fue Cleto Ordóñez, que de cabo primero de artillería pasó a comandante de las armas granadinas.”
[Los aportes de Reyes Monterrey y Kinloch Tijerino]

Basado en este fehaciente testimonio, el catedrático de la UNAN-Managua, José Reyes Monterrey (1931) observó que dicha iniciativa elevaría a Ordóñez a un primer plano, asumiendo desde entonces la dirección del movimiento popular. Frances Kinloch Tijerino (1949), investigadora del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica-UCA, anotó dos elementos en las fuerzas ordoñistas durante la subsecuente guerra civil de 1824: la participación indígena y el contenido anticlerical.

En efecto, indios flecheros de diferentes zonas (Monimbó, Camoapa, Boaco, Matagalpa y Ometepe) se unieron a sus filas. Y en la crónica en verso del presbítero Desiderio de la Cuadra (1786-1849), este calificó al bando de Ordóñez (o “cletino”) enfrentado al sacasismo (fuerzas lideradas por el criollo Crisanto Sacasa, expartidario del imperio mexicano) de “eclesiasticida”, “hereje”, “materialista” y “anticristiano”. Sencillamente, el ordoñismo combatía la resistencia monarquista del clero colonial.
“¡Abajo los dones!”
Otro elemento del ordoñismo fue el resentimiento social antinobiliario. Pero no se manifestó sino después de que la Asamblea Nacional Constituyente de la Federación Centroamericana decretase la abolición de todos los tratamientos de Majestad, Excelencia, Señoría, etc. Quedó abolida, asimismo, la distinción de Don, no debiendo tener todos los individuos de la república otro título que el de Ciudadano. La consigna era “¡Abajo los dones!”.
En ese contexto, Ordóñez decidió destruir los escudos y otros distintivos nobiliarios de algunas familias granadinas de origen español (exceptuando las de sus aliados). La orden correspondiente a la de Pedro Chamorro, del 23 de noviembre de 1823, y dirigida al presbítero Ignacio Solórzano, decía: “Siendo las insignias de condecoración y además de distinción, e igualmente las armas Imperiales y del antiguo Gobierno Hispánico, monumentos tristes de la opresión y degradación, muy contrarias al liberalismo actual del sistema: debiéndose dar puntual cumplimiento al decreto de la A. N. C. del 4 del corriente; espero que usted como encargado de la casa e intereses del señor Pedro Chamorro, se servirá disponer que dentro de tres días haga desaparecer de la portada de dicha casa las armas que esculpidas en piedra, y aún en lo interior de aquellas pintadas en lienzo [pared], hacen la significación más vilipendiosa en el siglo de las luces y de la despreocupación, que se resiente aun en el recuerdo de injustas distinciones”.

Ordóñez y su personalidad carismática

Según el doctor Antenor Rosales (en su artículo del NAC, publicado el 28 de marzo de 1998), Ordóñez era hijo de aristócrata y mujer humilde. Se hacía querer de las clases superiores y de las medianas e inferiores. Alternaba con los miembros del estrato más grande de Granada, en cuyo barrio Santa Lucía había nacido, siendo hijo del capitán español Diego de Irigoyen —quien sería párroco de Managua— y de una negra; por tanto, era mulato e ilegítimo. Así lo puntualizó Eddy Kühl, autor de una reciente semblanza de Ordóñez.
En este sentido, su actuación política significaba el ascenso o movilidad social de ese grupo numeroso que constituía una realidad desde finales del siglo XVIII. La plebe ladina o mulata formaba en 1808 —según los datos de Domingo Juarros—, la mayoría de los habitantes de León y de Granada. En León, sin contar el pueblo indígena de Sutiaba, vivían 5,740 mulatos, mientras los españoles eran 1,061, los mestizos 626 y los indios 144; y en Granada se contaban 4,775 mulatos, 1,965 indios (en Jalteva), 960 mestizos y 863 españoles (europeos y criollos). Una mayoría de mulatos o ladinos, que en 1820 llegó a sumar el 84% de la población de la provincia.
Para entonces, Ordóñez —reducido a la servidumbre desde niño— era veterano de la milicia colonial —una de las pocas opciones que ofrecía el sistema a su estrato— llegando a obtener el grado de Sargento, y la habilidad de artillero.

Pero era rebelde, y por ese motivo permaneció preso en un calabozo del puerto de Trujillo, Honduras, de donde se fugó con la ayuda de unos negros, y la salida repentina al aire le produjo estrabismo, por el que le llamarían “el tuerto Ordóñez”. También había sido pequeño comerciante, realizando viajes a Belice e introduciendo de contrabando mercancías inglesas a Matagalpa y Las Segovias; ello le facilitó la adquisición de una “pequeña fortuna y roce social que le daba cierta superioridad”, según el cronista Francisco Ortega Arancibia, quien agrega:
Hijo del pueblo y con grandes simpatías en las masas, Cleto Ordóñez gozaba de muchas consideraciones en las casas de las familias ricas, como la del coronel Sacasa y otras…
En otras palabras, hacia 1821 Ordóñez no solo había superado las posibilidades económicas que limitaban a la gente de su extracción social y racial, sino que imponía su personalidad en todos los estratos. Asimismo, era médico herbolario, es decir, curandero; poeta espontáneo —autor de unas décimas a la Libertad— y orador de barricada.

“Tomaba las alturas de las plazas o en las esquinas lo subían sobre sus hombros los soldados para que arengara a las masas, y con su ardiente palabra encendía el fuego del entusiasmo en el pecho de los patriotas granadinos”.

Además, pulsaba la guitarra, paseaba, jugaba, mas no era aficionado al licor. “Sus vicios dominantes eran el fumado y el amor libre”.

“Árbitro de los destinos del país”
He ahí el retrato de esta figura carismática y popular que “encarnó la revolución de la Independencia” y representó “realmente al pueblo de los barrios granadinos y al de Nicaragua en general, anarquizados por la división de los señores principales”, puntualiza Jerónimo Pérez. O sea que, optando por la tendencia afín de su interés de clase, tomó la decisión de enfrentarse a los “serviles aristócratas”; así denominaba al bando de cohesionado por Crisanto Sacasa. Porque él se consideraba libre y creía en los principios liberales, como la igualdad ciudadana, aunque careciese de formación intelectual. En el fondo, su liberalismo era de carácter instintivo e intuitivo, sustentado en su inteligencia natural y en su capacidad de convocatoria entre la mayoría ladina y otros militares, como él. Y así llegó a ser el caudillo de los liberales rojos y árbitro de los destinos del país, y a tener el reconocimiento el prócer independentista Pedro Molina, quien en una carta que le dirigió desde Guatemala el 22 de julio de 1823, le decía: “Ambos somos liberales: ruego a Dios guarde su vida muchos en defensa de la patria”.



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jueves, 20 de octubre de 2011

HISTORIA DEL FERROCARIL DE NICARAGUA.


Bajo el gobierno del general Pedro Joagµín Chamorro_(1875-79), fue emitido el decreto legislátivo sobre a composición del rio y puérto de San Juan del Norte, y una vía férrea". El decreto fue promulgado el 10 de febrero de 1876 y publicado en la Gaceta de Nicaragua del sábado 7 de julio de 1877. En su artículo primero dispone que el Gobierno dará principio á la composición del rio y puerto de San Juan del Norte, de la manera que estime conveniente, debiendo comenzar esos trabajos dentro del término mas breve posible"
El artículo segundo dice: "También negociará de una manera definitiva ó emprenderá directamente por cuenta del Estado la construcción de un ferrocarril á vapor de Corinto al puerto mas cercano de León en el Lago de Managua, pasando por dicha ciudad de León y por la de Chinandega. Este ferrocarril será proporcionado á las necesidades del país y deberá quedar conexionado con la Capital por medio de una línea de vapores y con el gran lago por medio de otra sección de vía férrea entre Granada y Managua, pasando por las inmediaciones de Masaya, ó por una via de igual naturaleza paralela al río Tipitapa, ó canalizando dicho rió, de manera que en.todo tiempo y en toda su estensión tenga por lo menos cinco piés de profundidad, haciéndose la navegacion de lago á lago sin trasbordo. -
El artículo tercero ordena la construcción de una. cárretéra del Ocotal a León y otra de Matagalpa a Tipitapa. Y el cuarto dispone que "para atender en parte a los gastos que exijan estas obras el Gobierno decretará sin pérdida de tiempo en toda la República un empréstito entre los capitalistas que tengan más de mil pesos de capital cuyo avalúo se practicará como el Gobierno lo estime conveniente".
Los artículos siguientes establecían impuestos a las exportaciones de hule, de cueros, de venado y de productos manufacturados y a las ventas de tabaco. Se disponía la integración al tesoro nacional de todos los capitales en dinero y capellanías que formasen los fondos de Instrucción Pública asimismo de los bienes pertenecientes a las cofradías y archicofradías. Y por último se autorizaba al gobierno para tomar de las rentas generales cuanto fuese necesario para la: ejecución de las obras de que trataba la ley.
Se suspendieron los gastos de,mantenimiento del camino de las diligencias, que ascendían a la suma de diez mil pesos mensuales y se destinaron dichos fondos al Ferrocarril.
Por Contrato de Hacienda N° 48, del 29 de octubre de 1877, el Gobierno de Nicaragua, por medio de su. cónsul general en los Estados Unidos, Alejandro Cothead, y Beverly S. Randolph, ingeniero de ferrocarriles, convinieron en que éste se presentaría en Nicaragua en el mes de noviembre, como en efecto se presentó, para reconocer la ruta del Ferrocarril de Corinto a Moabita. Randolph realizó este trabajo con la cooperación de Maximiliano Sonnenstern, Ingeniero Civil de la República. Los estudios y trazados de Randolph fueron revisados en Nueva York por los ingenieros Henry D. Butts Norris y Aniceto Menocal.
Se desconfiaba en amplios sectores del éxito de la empresa, de la capacidad económica del país para llevarla a cabo, creyéndola poco menos que un ensueño progresista.






No obstante, se decidió comenzar la obra, con los recursos disponibles en 1878, encomendándosé sú ejecución al ingeniero Marco Antonio Lacayo, quien de inmediato se empeñó en la obra de desagües y terraplenes. La primera en construirse debía ser la sección Corinto-Chinandega, con un costo de 200,000 dólares. Se pidió a Europa y Estados Unidos el material fijo y rodante para la mitad de dicha sección. Y el vecindario de Chinandega suscribió un empréstito de 16,000 pesos, con interés del uno por ciento, para emplearse exclusivamente en el Ferrocarril. A poco llegó el material pedido, consistente de más de 800 toneladas de rieles, cclisas, clavos, pernos y tuercas, y además, dos locomotoras y otro material rodante.
Entretanto se había entrado en arreglos con el ingeniero Norris, quien propuso tomar a su cargo la construcción a un costo equivalente al estimado, y en octubre de 1879 se firmó contrato con él. El ingeniero Lacayo había construido entre septiembre de 1878 y noviembre de 1880 la sección entre Pasocaballos y Ameya. El trayecto entre Pasocaballos y Corinto fue comenzado por Norris a fines de 1879 y terminado por Sonnenstern, por ausencia de aquél, en septiembre de 1880. El 26 de noviembre llegó a Chinandega la primera locomotora, tras un recorrido de doce millas y media.
El 14 de Septiembre de este mismo año había llegado a Corinto parte del gran puente o viaducto para el estero de Pasocaballos, de 1,350 pies de extensión y 300 toneladas de peso, sustentado por 108 pilotes y 54 vigas transversales, todo de hierro.
El 1° de enero de 1881 fue inaugurada solemnemente la vía CorintoChinandega, aun sin haberse construido totalmente el puente de Pasocaballos, cuyas partes faltantes no llegaron a Corinto hasta el 5 de agosto de ese año.
El 10 de marzo de 1882 quedó terminado y abierto al tráfico, al pasar, por primera vez, a las 2 de la tarde, la locomotora Emilio Bernard, en viaje hacia Corinto.
El 20 de julio de 1882 el gobierno dispone fundar una población en el sitio de León Viejo, terminal de la División Occidental del Ferrocarril, y se comisiona al ingeniero Salvador Cobos para que trace los planos.
El 9 de junio de 1883 el Inspector de Obras Públicas, Ing. Sonnenstern, informa que la línea había llegado a León, cubriendo 25 millas y media desde el punto de partida, y que seguía extendiéndose hacia Pueblo Nuevo y León Viejo.
- El 28 del mismo mes el ingeniero Norris anuncia que la línea está al llegar a León Viejo, y que ya se han nivelado 14 millás, entre Managua y Masaya. Tres meses después se coloca el primer riel de la División Oriental .
La inauguración solemne de la nueva población de Momotombo se verificó el 27 de enero de 1884. A las cinco de la.mañana de ese día zarparon de Managua los vapores Amelia e Isabel, conduciendo al Ministro de Hacienda y Guerra del Presidente Cárdenas, coronel Joaquín Elizondo, al Ministro de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública, licenciado Francisco Castellón, y a gran número de personas que los acompañaban, con destino a León Viejo o Momotombo, como ya se llamaba a la población recién trazada. Con el mismo objeto inaugural salió de León un tren expreso conduciendo al general Joaquín. Zavala, expresidente de la República, quien regresaba de una misión diplomática por los estados centroamericanos, y a numerosos asistentes a la fiesta. - El acto tuvo lugar a las tres de la tarde de dicho día 27. El Ministro Elizondo pronunció el discurso oficial. Por la noche hubo retreta y baile. Salieron hacia Managua a las cuatro de la mañana del 28 y llegaron a las diez.
La División Occidental recién terminada constaba de 58 millas de vía, que con los apártadéros sumaban 61 y media. La gradiente máxima era de 2.5 por ciento; y la curva mayor en la vía principal cubría 9°30' , siendo el radio mínimo de 603.8 pies ingleses. Había en servicio seis locomotoras.
SE CONSTRUYE LA DIVISION ORIENTAL
La línea Managua-Granada (División Oriental) fue construida toda bajo el gobierno del doctor Adán Cárdenas (1883=87).
A las 8 de la mañana del 29 de septiembre de 1883 el Prefecto de Managua, en acto solemne, fijó el primer riel. El 25 de diciembre del mismo año la primera locomotora que se había puesto en servicio, la Managu, recorrió en calidad de ensayo, un poco más de una milla de vía que se había construido, arrastrando varios carros colmados de gente.
El 30 de septiembre de 1884 se inauguró la línea a Masaya; pero no quedó abierta al servicio público hasta el 16 de abril de 1885.
El 1 de marzo de 1886 llegó por primera vez el Ferrocarril a Granada, con gran alborozo del pueblo granadino. Y en julio de este mismo año quedó terminada la prolongación de la vía desde la estación hasta el muelle.
La construcción de la División Oriental se realizó sin mayores dificultades económicas; sólo al contratista, ingeniero Norris, se quedó debiendo un saldo pequeño, por el cual aceptó bonos emitidos al efecto.
La División Oriental tenía una extensión de 31 y media millas inglesas, que con los apartaderos sumaban 33. La gradiente máxima era de 2.8%. La curva más cerrada en la vía principal cubría 9° 30' y el radio mínimo era de 603.8 pies ingleses.
Se hizo una prolongación a ésta División, desde el muelle de Managua hasta la Escuela de Artes, que se transformó en Taller Central, con un total de 4,600 pies ingleses.
En 1895 fue celebrado el contrato de construcción del Ferrocarril a Los Pueblos de Carazo por el General Zelaya, presidente de la Repúblicaen ese entonces (1893-1909).
La via asi en División Oriental como en la Occidenital éra angostá de 3 pies ingleses y 4 pulgadas. de ancho. Tenían sus puntos de mayor elevación, la División Occidental a 416 pies sobre el nivel del mar; a 4 millas de Momotombo; y la División Oriental a 890 pies sobre el nivel del mar a 2 millas de Masaya y 21 de Managua.
El valor de ambas divisiones, con sus 90 millas de vías y los equipos; se calculaba en 1898 en un total de más de dos millones de pesos-oro.
CREDITO:CANAL-10 / LIC:RENE DAVILA /171011

sábado, 1 de octubre de 2011

Presidentes de Nicaragua.


150 AÑOS EN LA HISTORIA DE NICARAGUA A TRAVES DE SUS GOBERNANTES.
Presidentes de Nicaragua.
 
































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JUNTAS DE GOBIERNO
1972-1973 - Fernando Agüero R.  Alfonso Lovo Cordero.  Roberto Martínez L. 
1973-1974 - Edmundo Paguaga I.  Alfonso Lovo Cordero.  Roberto Martínez L.

1979-1981 - Daniel Ortega Saavedra.  Sergio Ramírez Mercado.  Moisés Hassan M.  Alfonso Robelo C.
Violeta v. de Chamorro.

1981-1984 - Daniel Ortega Saavedra.  Sergio Ramírez M.  Moisés Hassan M.  Rafaél Córdoba Rivas.  Arturo Cruz Porras.

Cuatro Presidentes están vivos.

 De todos los Presidentes de Nicaragua pre-sentados en esta galería de La Estrella de Nicaragua, solamente los últimos 4 están vivos: Violeta Barrios viuda de Chamorro, Arnoldo Alemán Lacayo, Enrique Bolaños Geyer y Daniel Ortega Saavedra. Todos los demás quedaron en la historia, lejos de egolatrías, vanidades y mesianismos, muchos de ellos olvidados. En el futuro vendrán otros que en la postrera también pasarán a la implacable historia, juzgados por el bien o el mal que hayan hecho a Nicaragua y su pueblo.

Lic.Rene Davila/ 29090011

«Yo luché en San Jacinto»

En los primeros dias de septiembre de 1856, una columna de 160 hombres armados con fusiles antiguos, de peine, hambrientos, casi desnudos, al mando del Coronel don José Dolores Estrada, ocupaba la Hacienda San Jacinto, de don Miguel Bolaños, en el Departamento de Granada (Managua pertenecía entonces a Granada. Nota de La Estrella de Nicaragua), con el objeto de proporcionarse víveres y descansar de las fatigas de una ruda campaña».

Teniente Alejandro Eva, de Managua.
«Esta pequeña fuerza estaba dividida en tres compañías ligeras comandadas por los capitanes Liberato Cisne, Francisco Sacasa y Francisco de Dios Avilés».«La casa de la hacienda era grande, de teja y con dos corredores, estaba ubicada en el centro de un extensísimo llano, y solamente a retaguardia de la casa, como a 100 varas, había un pequeño bosquecillo».
«Inmediatamente se puso la casa en estado de defensa, claraboyando las paredes del lado de los corredores, y con la madera de dos corrales que se desbarataron, formamos un círculo de trincheras».
«Tres días después de nuestra llegada, 60 jinetes yankees, de las mejores fuerzas del audaz y aventurero William Walker, se acercaron a practicar un reconocimiento del cual resultó una pequeña escaramuza el 5 de Septiembre, en que murió un cabo, Justo Rocha y un filibustero, el mismo que mató a Rocha, y que según confiesa Walker en su "Guerra en Nicaragua" fue el capitán Jarvis».
«Al amanecer del 14 de Septiembre tomabamos un frugal desayuno, cuando el cabo Salmerón, espía nuestro, llegó a escape al campamento participando que el enemigo, como en número de 300 se aproximaba por el Sur».
«En el acto el Coronel Estrada dispuso que solamente quedase en el interior de la casa una escuadra que comandaba el Teniente don Miguél Vélez y que el resto de la tropa ocupase la línea exterior. Hízose así, y en esa disposición esperamos, con orden de no hacer fuego sino hasta que los agresores estuviesen a tiro de pistola».
«A las 7 de la mañana divisamos al enemigo como a 2000 varas de distancia; marchaba a discreción y no traía cabalgaduras. Los Jefes y Oficiales vestían de paisano: levita, pantalón, chaleco y sombreros negros, algunos portaban espada y revólver, y otros, rifles; y la tropa iba uniformada con pantalón y camisa de lana negros, sombreros del mismo color e iban armados con rifles "Sharp" y "Negritos". Hicieron un alto a tiro de fusil y se destacaron en tres columnas paralelas de 100 hombres cada una».
«Cuando estuvieron a una distancia conveniente rompimos el fuego, al recibir la descarga, en vez de vacilar, se lanzaron impetuosamente sobre las trincheras; una columna atacó el frente, otra por la izquierda y la última por la derecha. Todas fueron rechazadas por tres veces, y hasta el cuarto intento no lograron apoderarse de la trinchera por el lado izquierdo, cuando el valiente Oficial Ignacio Jarquín y toda la escuadra que defendían ese punto, habían muerto heróicamente. Dueños los filibusteros de un punto tan importante, hacían un nutrido y certero fuego sobre el resto de la línea».
«Cortados de esta manera teníamos que comunicarnos las órdenes a gritos. El infrascrito (Teniente Alejandro Eva), con los Tenientes don Miguél Vélez y don Adán Solís, defendían el ala derecha; y yo, como primer Teniente, recibí orden de defender el puesto, hasta morir, si era necesario».
«Mis compañeros se batían con admirable sangre fría».
«Los yankees multiplicaban los asaltos, pero tuvimos la fortuna de rechazarlos siempre».
«Uno de ellos logró subir a la trinchera y allí fue muerto por el intrépido Oficial Adán Solís».
«Eran las 10 a.m. y el fuego seguía vivísimo».
«Los americanos, desalentados sin duda por lo infructuoso de sus ataques, se retiraron momentáneamente y se unieron las 3 columnas; pero pocos momentos después, al grito de "¡Hurra Walker!" se lanzaron con ímpetu sobre el punto disputado».
«Se trabó una lucha terrible, se peleaba con ardor por ambas partes, cuerpo a cuerpo...»
«Desesperábamos ya de vencer a aquellos hombres tan tenaces, cuando el grito de "¡Viva Martínez!" dado por una voz muy conocida de nosotros, nos reanimó súbitamente».
«El Coronel Estrada, comprendiendo la gravedad de nuestra situación, mandó al Capitán don Bartolo Sandoval, nombrado ese día Segundo Jefe en lugar del Coronel don Patricio Centeno, que procurase atacar a los yankees por la retaguardia».
«Ese bizarro militar se puso a la cabeza de los valientes Oficiales José Ciero y Juan Estrada y 17 individuos de tropa, saltó la trinchera por detrás de la casa, logró colocarse a la retaguardia de los asaltantes y les hizo una descarga y lanzando con su potente voz los gritos de "¡Viva Martinez!", "¡Viva Nicaragua!", cargó a la bayoneta con arrojo admirable».
(Nota de La Estrella de Nicaragua: En este momento es que señala el historiador don Jerónimo Pérez y otros autores y testigos, que tales descargas y gritos, espantaron a la remonta, o sea los potros de servicio de la hacienda, que estaban o llegaban por el bosque matorraloso al pie del cerro, que salieron en estampida hacia la retaguardia de los filibusteros, junto con la guerrilla, contribuyendo a la sorpresa y espanto que culminó con la derrota de los invasores).
«Los bravos soldados del Bucanero del Norte retrocedieron espantados y se pusieron en desordenada fuga».
«Nosotros, llevando a la cabeza al intrépido Coronel José Dolores Estrada, que montó el caballo de Salmerón, único que había, perseguimos al enemigo 4 leguas hasta la hacienda San Ildefonso».
«Allí mató Faustino Salmerón, con su cutacha, al Jefe de los americanos Byron Cole y lo despojó de un rifle y dos pistolas».
«Nuestra pequeña fuerza tuvo 28 bajas entre muertos y heridos; entre los primeros figuraban el Capitán don Francisco Sacasa y el Sub Teniente Ignacio Jarquín, y entre los últimos el ahora Coronel don Carlos Alegría».
«Los filibusteros perdieron al Coronel Cole, al Mayor cuyo nombre no recuerdo y que era el Segundo Jefe, y 35 muertos más, 18 prisioneros contándose entre ellos el Cirujano y muchos heridos que después hallamos muertos en los campos inmediatos».
«Tal fue el memorable combate que abatió a los invasores y despertó loco entusiasmo en el Ejército que defendía la Independencia de Centro América».
TENIENTE  ALEJANDRO EVA--Participante de la batalla de san jacinto.
Rivas, Nicaragua.
Agosto 21 de 1889

jueves, 29 de septiembre de 2011

LA NEFASTA INQUISICIÓN EN "CENTRO AMERICA" 1569--1820.



El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición se implantó a fines del siglo XVI, en el Reino de Guatemala —al que pertenecía la provincia de Nicaragua— funcionando durante más de doscientos años. Sin embargo, su existencia en nuestra tierra es poco conocida y, mucho menos, divulgada. Aparte de dos monografías de autores guatemaltecos (Martín Mérida en el siglo XIX y Ernesto Chinchilla Aguilar en el XX), sólo Alejandro Montiel Argüello y yo le hemos dedicado algunas páginas sustentadas en amplia documentación.

Más que condenarla, nuestro objetivo ha sido comprenderla como lo que era: un baluarte de la ortodoxia católica que, con su aparato represivo, hizo sentir su crueldad en Alemania (sus víctimas allí fueron decenas de miles), Inglaterra (donde los ejecutados se calculan en setenta mil), Portugal y España. La expansión ultramarina de esta potencia llegó a sus virreinatos del Perú y de la Nueva España (México).


El tribunal de Lima


Al respecto, el Tribunal de Lima procesó tres mil casos, siendo 1470 estudiados por el historiador José Toribio Medina; de ellos, 180 fueron mujeres y 157 frailes. Sus causas correspondieron a “Proposiciones” (opiniones mal vistas por la Iglesia sobre puntos concretos de la teología), judaizantes, mahometanos secretos (o moriscos), blasfemias, doctrinas contrarias al sexto mandamiento, bigamia, hechicería y confesores solicitantes de favores sexuales. De los tres mil, 30 perecieron en la hoguera.

Inquisición episcopal


Antes de que se estableciera en México el 25 de enero de 1569, en las provincias del Reino de Guatemala se había autorizados a los obispos y religiosos para ejercer funciones inquisitoriales. Por ejemplo, en 1543 Julián de Contreras, alguacil eclesiástico de León (Viejo), había metido en prisión a seis amancebados, tres hechiceros, dos blasfemos y a un perjuro: un procurador de apellido Herrera. Pero actuaba, sobre todo, contra los moriscos, judíos y luteranos. Significativamente, el 20 de julio de 1564 Felipe II envió una cédula al obispo de Nicaragua, fray Lázaro Carrasco, en la que le instaba a perseguir a los luteranos, de quienes se tenían noticias seguras de que habían arribado a la provincia.

La etapa agresiva

En el Reino de Guatemala la Inquisición, adscrita al tribunal mexicano, tuvo cuatro etapas: la agresiva (1569-1600), la floreciente (1601-1650), la rutinaria (1651-1774) y la revitalizadora (1775-1820). Este año fue abolida para siempre.
Durante su primera etapa, la actividad inquisitorial se concentró en extinguir la herejía luterana, llegando a quemar en Sonsonate, El Salvador, a Guillermo Cornields, un irlandés ex pirata y barbero, de 24 ó 25 años, el único condenado a muerte por el Tribunal de la Nueva España, que haya tenido relación con el Reino de Guatemala. “Su pasado protestante lo mató; no sólo se le condenó como tal, sino como enemigo político que podía contagiar a sus semejantes con ideas peligrosas y subversivas de las sectas disidentes de Roma”, comentó su caso, acontecido en 1574, el historiador Pedro Escalante Arce.
En 1580 se dio otro caso: la denuncia contra Maese Simón, maestro carpintero, en El Realejo, por decir “que no le gustaban las fiestas de la Iglesia porque no se podía trabajar y, además, por haber sido acusado de tener correspondencia con piratas ingleses”. Los últimos detestaban a los españoles por españoles y católicos. Para entonces, ya se le había seguido proceso criminal de oficio por la Justicia Eclesiástica de Granada contra otro maestro carpintero sospechoso de luteranismo, llamado Francisco, natural de Escarpanio, Grecia; y en 1585 fue denunciado en la misma Granada, y también por luterano, el sastre flamenco Enrique. Se ignora el fin que tuvieron el Maese Simón y el sastre Enrique, pero el griego Francisco se retractó, reconciliándose con la Iglesia en enero de 1562.

Otro aspecto de esta etapa agresiva fue la organización de comisarías dentro de las diócesis del Reino, obra del Inquisidor de la ciudad capital de Guatemala, Moya de Contreras, quien proveyó calificadores y demás miembros familiares, además de nombrar a las máximas autoridades de aquéllas en San Salvador, Sonsonate, El Realejo y Granada. Aquí se hallaban pendientes de trámites el proceso a Nicolás Boeto, genovés, “por haber malinterpretado lo que Dios prohibió a Adán en el paraíso”; y la denuncia contra Hernando Sánchez, por malas costumbres y haber dicho que “no era pecado mortal la simple fornicación, pagando”.

Chinchilla Aguilar señala que en 1599 no había población importante de las provincias del Reino —Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica— donde existiese ya un Comisario del Santo Oficio; y, por lo menos, “cincuenta personas tenían nombramientos de calificadores, familiares y notarios”.

Las otras etapas

En la primera mitad del siglo XVII, aparte de consolidarse, el Santo Oficio de la Inquisición alcanzó un auge con el incremento de procesos, aunque no se tiene noticias de sus sentencias. Judíos y judaizantes fueron objetos de denuncias. De 1623 data el proceso contra Jerónimo Salgado por judaizante; de 1627 la testificación contra Isabel Mercado por sospechosa de judía; y del mismo año la carta escrita en Granada por Alfonso Ruiz de Córdoba a sus tías María, doña Isabel y doña Felipa por la misma sospecha.

En la tercera etapa, correspondiente a la segunda mitad del XVII, la institución —estabilizada— comenzó a vegetar, reflejando el estancamiento rutinario de la sociedad. Abundaron entonces los delitos religiosos. En la misma ciudad de Granada tuvo lugar en 1579 el proceso contra Gabriel de Artieda “por haber renegado de Dios y de la Virgen”. Cinco años antes se había iniciado otro contra Pedro de Torres por decir “que más valía su dinero que Jesucristo; que la Inquisición era diabólica y otras muchas herejías de palabras y obra”. Contenidos heréticos fueron los de Francisco de Oces en 1765, Juan Franco en 1773 y Ramón Pacheco, carpintero que al arribar al puerto de El Realejo en la fragata “Jesús María” había declarado: “ser Christiano Católico, Apostólico, pero no Romano”. Agregaba Pacheco que no se le debía obedecer al Papa “por no ser español”.

En su cuarta etapa, o sea de finales del siglo XVIII a las dos primeras décadas del XIX, la Inquisición en las provincias coloniales que después formarían las repúblicas de Centroamérica se fortaleció, transformándose en aduana de las nuevas ideas y reafirmándose en celosa defensora del poder monárquico. Por ejemplo, en 1805 José Larios en León fue denunciado por leer el libro Misión de Mahoma; y poco después el tribunal de la Inquisición en Guatemala recibió una denuncia en la cual se avisaba que “entre los géneros y mercancías que llegan a esta ciudad, van introducidas las obras de Voltaire y otros heresiarcas”.

Poder social

Sin duda alguna, el Santo Oficio cumplía a cabalidad sus funciones conformando un poder social dentro de la mentalidad de su tiempo, obstinado en defender la pureza de la fe, sin dejar de ser en sus métodos cruel y bárbaro. Más aún, como afirma Salvador de Madariaga, “el Santo Oficio fue generalmente aplaudido en América”. Incluso sería exaltado en prosa y cantado en verso. Pedro de Oña lo hizo en Chile: “¡Oh tribunal sublime, recto y puro / En que la fe cristiana se acrisola”.

Por tanto, no es extraño que en el Reino de Guatemala pertenecer a la Inquisición como Comisario, Notario, etc., fuese de gran prestigio para los estamentos superiores de la colonia: españoles y criollos, únicos que podían ingresar a su aparato. Por eso, asimismo, las “pretensiones” para obtener el cargo de Comisario eran más que numerosas, resultando imposible elaborar una lista completa correspondiente a los avecindados o nacidos en la provincia de Nicaragua.

Los curas Briceño y Chamorro

Citaré, al menos, dos ejemplos. Primero: el del presbítero y cura del Sagrario de la Catedral de León, Juan Diego de Galarza y Briceño, natural de la misma ciudad, que en 1796 tenía 46 años y entre sus principales méritos figuraba haber sido nombrado el 13 de abril de 1792 Notario, Revisor y Expurgador de Libros, “concediéndole todas las gracias, honras, privilegios y exenciones que debía gozar”. Y segundo: el del cura de Granada, Juan Antonio Chamorro, quien en 1803 envió dos cartas y un “Memorial” a los Inquisidores de Granada. El Comisario Pedro Brizzio reenvió dichos documentos a México. Chamorro ofrecía desempeñar la Comisaría del Santo Tribunal no sólo en la ciudad, sino en los pueblos de los alrededores “a menos de veinte leguas de distancia”. Por ser miembro del estrato superior de su ciudad, obtuvo el cargo.

Delitos religiosos y sexuales

Los indios estaban fuera de la jurisdicción del Santo Oficio. Y la mayoría de las denuncias fueron delitos religiosos, sexuales y casos de hechicería o “maléficas”. La tipificación de los primeros es amplia: blasfemia, reniego, profanación de lugares y objetos sagrados, violaciones de prohibiciones, fingirse sacerdote, palabras irreverentes y, sobre todo, proposiciones heréticas. El cura de Managua Diego de Gamboa expuso una de ellas en 1763: “que los sacerdotes clérigos se podían casar, y que los hijos que tuviesen no eran sacrílegos”.

Respecto a los delitos sexuales, se destacaba la bigamia. Por “casado dos veces” se acusó en 1735 a Esteban Corella, “mulato, color de rapadura y vecino de Comayagua” (Honduras). Corella se había casado con una “fulana Alegría” en Acoyapa y con otra, llamada Lorenza, en Comayagua. Casos de poligamia fueron escasos, lo mismo que de sodomitas, como fue el de Joseph Manuel Virto y Joseph Gregorio Ibarra (“Los Chepes”), quienes en 1786 fueron procesados en Rivas “por estar maculados por el pecado nefando contra natura”.

Un antecedente de este caso, acontecido en León Viejo en 1536, fue el del homosexual Andrés Caballero, quemado vivo por orden del alcalde Diego de Tapia, muchísimo antes de que se fundase formalmente la Inquisición. Caballero era amigo íntimo de Francisco de Castañeda —heredero del poder de Pedrarias— en cuya casa, contiguo a la de Caballero, había un postilo y puerta de comunicación.Casos de hechicería
En relación a los casos de hechicería, es preciso consignar la testificación al fiscal del Santo Oficio en 1683 contra Juana Díaz, mestiza, y Josefa Isabel, su hija, “por brujas”; y la denuncia y ratificación en 1721 de Cristóbal de Villagra contra Juan Gutiérrez, español, por haber obtenido unos polvos para unirse carnalmente con Francisca de Mena. Villagra era un mulato esclavo perteneciente al sargento mayor Melchor Fajardo, vecino de Granada.
Es necesario referir que en estos casos de hechicería se veían involucrados los indígenas, a quienes —repito— excluía legalmente la Inquisición. Su pensamiento mágico ancestral —una de las herencias que fundida a la española, conformaron la mentalidad popular— era la causa de ello. Un caso correspondiente a 1797, incluyó a Luis Bravo, “de calidad indio”, a quien acusaban de supersticioso.

Diez años atrás, procedentes de Cartago, Costa Rica, el asesor de León, licenciado Enrique del Águila, fue consultado sobre uno de esos tantos delitos de hechicería. El proceso había comenzado a tramitarse el 28 de septiembre de 1775 contra María Francisca Portuguesa y Petronila Quesada, a quienes se les acusaba de brujas o hechiceras y a la primera de tener “ilícita amistad” con Matías Quesada, hermano de la segunda. La Portuguesa, según el informe del Águila que despreocupaba a los vecinos, “tenía unos calabazos de polvos; la segunda, que habiéndose concertado con la primera para huírse, estando escondidas cantó un animal, al que le habló, y le dijo a la compañera que este animal le advertía cuando hablaban de ella y le avisaba que aquella noche venía su hermano por ella”.Resumen
Durante los tres siglos que duró la dominación española en nuestro continente, según el mismo Madariaga, no pasaron de cien quienes fallecieron a consecuencia de los tormentos físicos y morales ordenados por la Inquisición. Costó, en suma, muchísimas menos vidas que en los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX, cuando perecieron 3,839 personas linchadas, sin la menor garantía de justicia o caridad. No por ello el llamado Santo Oficio dejó de ser responsable de sufrimientos abominables.


FUENTE:J.E ARELLANO /  LIC:RENE DAVILA /28090011

EL PADRE INDIO TOMAS RUIZ PRÓCER DE LA INDEPENDENCIA DE CA.



Dos intelectuales nacidos en la provincia española de Nicaragua participaron en el proceso de la independencia de Centroamérica. El más conocido es Miguel Larreynaga (León, 29 de septiembre, 1772–ciudad de Guatemala, 28 de abril, 1847), jurisconsulto, literato y hombre de ciencia. Menos conocido, pero más importante en dicho proceso, fue Tomás Ruiz (Chinandega, 10 de enero, 1777–San Cristóbal, Chiapas, ¿1820?), sacerdote, primer indígena que obtuvo el grado de doctor en Centroamérica, uno de los tres fundadores de la Universidad de León (los otros dos fueron Rafael Agustín Ayesta y Nicolás García Jerez), y el autor nacido en Nicaragua con más títulos impresos —en latín y español— entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, destacándose sus oraciones fúnebres.

Por eso es lógico relacionar ambas figuras. Larreynaga representó con altura intelectual a la provincia dentro del bando criollo —o línea conservadora— en contra de los próceres liberales como Simón Bergaño y Villegas y Pedro Molina; en cambio, Ruiz actuó siguiendo la línea radical de los últimos. Mientras el primero consolidó su carrera dentro del sistema monárquico, el segundo se rebeló contra el mismo, postulando la acción armada.

Larreynaga: hijo de un orfebre

Ambos tuvieron una formación colonial. Hijo de un platero (u orfebre de la plata), Joaquín Larreynaga, y de Manuela Balmaceda y Silva, quien falleció en el parto, Larreynaga había quedado huérfano de padre antes de nacer. Por eso su abuelo paterno asumió educarlo, logrando que el nieto se elevase por sí mismo, en virtud de su capacidad y energía para ser el más notable letrado originario de León surgido en las postrimerías de la dominación española.

Tras haber aprendido a leer con un religioso de La Merced, ingresó de diez años al secular Colegio Seminario San Ramón. En 1789 enseñó geometría y filosofía en el mismo centro. Incorporado a la Universidad de San Carlos, en Guatemala, concluyó en 1798 el bachillerato en ambos derechos: Civil y Canónico. Luego impartió matemáticas en una institución progresista: la Sociedad Económica de Amigos del País; y en 1799 regresó a León, llamado por el obispo José Antonio de la Huerta y Caso, para desempeñar la cátedra de filosofía en el Colegio Seminario referido.

De nuevo en Guatemala, obtuvo la licenciatura y sus dos carreras durante el primer año del siglo XIX y, antes de su viaje a España, en febrero de 1818, donó su biblioteca con más de tres mil volúmenes a la Universidad de León. Diez años después, al salir del Estado mexicano de Oaxaca, obsequió su segunda biblioteca selecta al Instituto de Ciencias y Artes. Simultáneamente, Larreynaga había consolidado su otra vocación: la del ejercicio administrativo, o, mejor dicho, burocrático, llevando a la práctica este pensamiento: “El modo de conseguir estimación y granjearse conceptos entre los hombres, es trabajar asiduamente y cumplir con exactitud e integridad lo que a uno se le encarga”.

Numerosos habían sido sus cargos desempeñados hasta entonces. Tras la independencia en 1821, se trasladó a México, donde desempeñó cargos importantes. En 1830 fue diputado al congreso constituyente y en 1845 regente de la Corte de Justicia. Dos años después fallecía de un resfriado a los 75 años. Y de los cuatro autoepitafios que escribió, éste fue el más patético: “Aquí estoy muerto: si por mí, llorares, / Mi triste amigo, sabe y ten por cierto, / Que aquí sin consuelo, todo muerto, / A mis amigos vivos lloro a mares”. No contrajo matrimonio, pero tuvo un hijo al que reconoció: Manuel Pineda de Mont. Además, dejó muchos discípulos centroamericanos.

Uno de ellos, el guatemalteco Ignacio Gómez, afirma que la constante subida se redujo a acomodarse con sus propios recursos: “El hombre debe hacer consistir su riqueza en saber privarse de placeres inútiles —sostenía Larreynaga— para no pasar la humillación de vender su independencia. El verdadero decoro consiste en no deber nada a nadie, en no oír que los acreedores llamen a la puerta, aunque las arcas estén vacías”. Postulaba, pues, que todos somos igualmente ricos si cada quien gasta en proporción a sus ganancias.

Otro legado suyo fue su producción erudita. Autor de una comedia de crítica social (“El quebrado ganancioso”), tradujo la Retórica de Aristóteles al español (de una versión latina), compiló un Prontuario de Reales Cédulas y, aparte de varios discursos académicos, divulgó una teoría sobre el origen del fuego de los volcanes en 1843, impresa en Guatemala, reimpresa en México y elogiada en Inglaterra.

Ruiz: descendiente de indios principales
Hijo legítimo de Joaquín Ruiz y Lucía Romero, descendientes de indios principales, Ruiz tuvo la protección del obispo Juan Félix de Villegas, quien le consiguió una beca en el Colegio Seminario San Ramón, donde estudió filosofía y recibió las cuatro órdenes menores. Villegas, ascendido al arzobispado de Guatemala, lo llevó a la capital del Reino. Allí Ruiz obtuvo a los diecisiete años el grado menor de bachiller en filosofía y cursó los estudios de Sagrados Cánones, Leyes e Instituta, terminándolos con los grados de bachiller.

Siendo discípulo de fray Matías de Córdoba, sostuvo en la Universidad de San Carlos el primer acto público de Retórica y Elocuencia, haciendo el análisis de las tres oraciones de Cicerón pro Marcelo, pro Lege Mainilia y pro Milone.

Residiendo gran parte de 1799 y 1800 en León, pasó de nuevo a Guatemala. En 1801, otra vez en León, lo ordenó el obispo Huerta y Caso. Y de regreso por tercera vez a Guatemala, a mediados de 1803, fue investido de Licenciado y, a principios de 1804, de doctor. “Los estudios de las humanidades son siempre útiles a los varones eclesiásticos y es necesario que siempre existan” y “a quiénes deben mayores beneficios los indios: ¿a los sucesores de Pedro o a los reyes católicos?” —Fueron los temas de sus discursos pronunciados en latín.

El burócrata criollista en la proclamación del 15 de septiembre
Mucho más podría hablar de los méritos intelectuales de ambos próceres. Pero aquí me limitaré a sus actuaciones políticas. Larreynaga participó en las tres etapas del proceso independentista: la Ilustrada (1794-1809), la Constitucional (1810-1820) y la propiamente Independentista (1821-1823). En la primera, contribuyendo ideológicamente a prepararla desde la Sociedad Económica de Amigos del País y la Gaceta de Guatemala; en la segunda como individuo en 1813 de la Junta Provisional de Guatemala ante las Cortes españolas y al año siguiente, como diputado por la provincia de Nicaragua; y en la tercera, como se dijo, integrando el bando criollo que proclamó la independencia del 15 de septiembre de 1821 ante la presión, apoyada por la plebe, de los próceres liberales. Actitud conservadora que corroboró al adherirse el 5 de enero de 1822 al Imperio Mexicano y a formar parte, como diputado, de su Congreso.

Pasando a su participación el 15 de septiembre de 1821, conviene establecer que fue el único nacido en la provincia que se hallaba en la histórica reunión, habiéndose inclinado, con más de veinte autoridades de la Capitanía General de Guatemala, a la independencia convenida —o arreglada de antemano— por criollos y españoles. Larreynaga pues, se plegó al criollismo: a la concepción reaccionaria de la independencia; como a José Cecilio del Valle, lo que a él más le interesaba era conservar sus cargos públicos. Es prócer —es innegable— en el sentido criollo, como el marqués de Aycinena, los hermanos Larrave, el mismo Capitán General Gabino Gainza. Pero no lo es realmente en el sentido revolucionario para la época, como lo fueron, entre otros, Pedro Molina, Juan Francisco Barrundia, los Bedoya y Tomás Ruiz. Sus méritos residen, más bien, en su obra de humanista neoclásico, de científico y recopilador de leyes, de catedrático, en fin, de sabio.

El Padre-indio y la conjura de Belén
En cuanto a Ruiz, el Padre-indio, funcionó como activista de la independencia en dos ámbitos: en su provincia natal (encabezando el movimiento subversivo de El Viejo, en 1805, contra las autoridades españolas y divulgando “doctrinas revolucionarias”, en palabras del historiador Tomás Ayón) y en la capital del Reino de Guatemala (dirigiendo la conjura del Convento de Belén a finales de 1813). Ruiz fue el que más experimentó la represión de su época, permaneciendo casi siete años preso, gran parte de ellos engrillado y sin ver el sol, en la insalubre cárcel colonial; y ningún otro se atrevió directamente (en carta a Fernando VII) a negar el sistema monárquico (planteando sustituirlo por el republicano) y a mantener viva, aún desde la cárcel, la propaganda independentista.

Tales aspectos revelan su participación clave como prócer que aspiraba a una verdadera transformación social, a través de la distribución de la tierra a los trabajadores agrícolas y de la lucha armada, la que pensaba vincular a la del cura mestizo de México, José María Morelos, cuyas proclamas conocía y divulgó desde el convento de Belén en la ciudad de Guatemala. En diciembre de 1813, esta conjura fue delatada y reprimida. Su impulso, pues, resultó decisivo para preparar la proclamación del 15 de septiembre de 1821. Por eso es uno de los próceres más significativos de ese proceso. Pero, desde luego, no fue el único: más de una docena de sus compañeros de estrato social e ideología lucharon violentamente por la independencia. Sin embargo, nuestro cura indígena posee la personalidad menos fría, estática y convencional de todos ellos.

La aspiración frustrada de una canonjía en Comayagua

Otros aspectos suyos confirman sus impresionantes talentos, cuyo libre despliegue fue siempre bloqueado por el sistema para alcanzar un puesto en la jerarquía eclesiástica. En efecto, ejerciendo el vicerrectorado del Colegio Seminario de Comayagua, Honduras, aspiró a una canonjía en el cabildo eclesiástico. A Ruiz lo apoyaba el obispo de Honduras, Vicente A. de Navas, pero los restantes miembros del cabildo se oponían a su candidatura. El arcediano José María de San Martín, uno de ellos, logró un testimonio adverso sobre Ruiz del Deán del obispado de León, quien antes había enviado otro en términos elogiosos.

El obispo Navas falleció, y Ruiz, destituido de la fuerza de su vicerrectoría, huyó a Guatemala, donde entablaría un juicio contra el cabildo eclesiástico de Comayagua. Vana fue su lucha. No obstante, presentar testimonios favorables sobre su conducta en Comayagua, Ruiz no pudo obtener la pretendida canonjía. En el fondo, lo rechazaban por indio. Así lo dejó ver: “Mi provisor San Martín es de los que miran a los indios con desprecio… ¿Qué delito es que un indio aspire a una canonjía por los medios que la iglesia tiene aprobados? Los indios de mi provincia y estos de Honduras han visto con regocijo mi marcha, me han obsequiado en mi tránsito, se han alegrado de que pretendiese un canonicato…”.

De manera que, formado e incorporado a la sociedad colonial entre 1790 y 1804, a Ruiz lo frustraron varias veces entre 1807 y 1813. Hechos que estimularon su convicción y a soportar su consecuencia: el martirio —entre 1813 y 1819—, cuando desapareció sin saberse ahora la fecha exacta de su muerte.

Su pensamiento —integrado por ideas teológicas, pedagógicas, de justicia social y políticas— y la serie de anécdotas forjadas sobre su condición de indígena, proyectan en forma lapidaria reflexiones de raíces bíblicas como la siguiente: “Toda la vida del hombre no es más que una cobarde flor del campo, que se rinde y marchita cuando el sol apenas comienza a disparar sus rayos”.

La anécdota con el obispo García Jerez

Al mismo tiempo, enseñan lecciones de humana igualdad como la siguiente. Un jueves de Corpus, el Obispo de León, seguido de su vistoso cortejo, salió de catedral y se encontró con Tomás Ruiz en el atrio de la parroquia de Sutiaba, removiendo unos huesos recién exhumados para enterrarlos en el cementerio; al verlo, le preguntó llamándole con ánimo despectivo “padre-indio”. —¿Qué haces allí, Padre-Indio? Y Ruiz le respondió: —Tratando de encontrar en estos huesos la diferencia entre el indio y el blanco.