sábado, 1 de octubre de 2011

«Yo luché en San Jacinto»

En los primeros dias de septiembre de 1856, una columna de 160 hombres armados con fusiles antiguos, de peine, hambrientos, casi desnudos, al mando del Coronel don José Dolores Estrada, ocupaba la Hacienda San Jacinto, de don Miguel Bolaños, en el Departamento de Granada (Managua pertenecía entonces a Granada. Nota de La Estrella de Nicaragua), con el objeto de proporcionarse víveres y descansar de las fatigas de una ruda campaña».

Teniente Alejandro Eva, de Managua.
«Esta pequeña fuerza estaba dividida en tres compañías ligeras comandadas por los capitanes Liberato Cisne, Francisco Sacasa y Francisco de Dios Avilés».«La casa de la hacienda era grande, de teja y con dos corredores, estaba ubicada en el centro de un extensísimo llano, y solamente a retaguardia de la casa, como a 100 varas, había un pequeño bosquecillo».
«Inmediatamente se puso la casa en estado de defensa, claraboyando las paredes del lado de los corredores, y con la madera de dos corrales que se desbarataron, formamos un círculo de trincheras».
«Tres días después de nuestra llegada, 60 jinetes yankees, de las mejores fuerzas del audaz y aventurero William Walker, se acercaron a practicar un reconocimiento del cual resultó una pequeña escaramuza el 5 de Septiembre, en que murió un cabo, Justo Rocha y un filibustero, el mismo que mató a Rocha, y que según confiesa Walker en su "Guerra en Nicaragua" fue el capitán Jarvis».
«Al amanecer del 14 de Septiembre tomabamos un frugal desayuno, cuando el cabo Salmerón, espía nuestro, llegó a escape al campamento participando que el enemigo, como en número de 300 se aproximaba por el Sur».
«En el acto el Coronel Estrada dispuso que solamente quedase en el interior de la casa una escuadra que comandaba el Teniente don Miguél Vélez y que el resto de la tropa ocupase la línea exterior. Hízose así, y en esa disposición esperamos, con orden de no hacer fuego sino hasta que los agresores estuviesen a tiro de pistola».
«A las 7 de la mañana divisamos al enemigo como a 2000 varas de distancia; marchaba a discreción y no traía cabalgaduras. Los Jefes y Oficiales vestían de paisano: levita, pantalón, chaleco y sombreros negros, algunos portaban espada y revólver, y otros, rifles; y la tropa iba uniformada con pantalón y camisa de lana negros, sombreros del mismo color e iban armados con rifles "Sharp" y "Negritos". Hicieron un alto a tiro de fusil y se destacaron en tres columnas paralelas de 100 hombres cada una».
«Cuando estuvieron a una distancia conveniente rompimos el fuego, al recibir la descarga, en vez de vacilar, se lanzaron impetuosamente sobre las trincheras; una columna atacó el frente, otra por la izquierda y la última por la derecha. Todas fueron rechazadas por tres veces, y hasta el cuarto intento no lograron apoderarse de la trinchera por el lado izquierdo, cuando el valiente Oficial Ignacio Jarquín y toda la escuadra que defendían ese punto, habían muerto heróicamente. Dueños los filibusteros de un punto tan importante, hacían un nutrido y certero fuego sobre el resto de la línea».
«Cortados de esta manera teníamos que comunicarnos las órdenes a gritos. El infrascrito (Teniente Alejandro Eva), con los Tenientes don Miguél Vélez y don Adán Solís, defendían el ala derecha; y yo, como primer Teniente, recibí orden de defender el puesto, hasta morir, si era necesario».
«Mis compañeros se batían con admirable sangre fría».
«Los yankees multiplicaban los asaltos, pero tuvimos la fortuna de rechazarlos siempre».
«Uno de ellos logró subir a la trinchera y allí fue muerto por el intrépido Oficial Adán Solís».
«Eran las 10 a.m. y el fuego seguía vivísimo».
«Los americanos, desalentados sin duda por lo infructuoso de sus ataques, se retiraron momentáneamente y se unieron las 3 columnas; pero pocos momentos después, al grito de "¡Hurra Walker!" se lanzaron con ímpetu sobre el punto disputado».
«Se trabó una lucha terrible, se peleaba con ardor por ambas partes, cuerpo a cuerpo...»
«Desesperábamos ya de vencer a aquellos hombres tan tenaces, cuando el grito de "¡Viva Martínez!" dado por una voz muy conocida de nosotros, nos reanimó súbitamente».
«El Coronel Estrada, comprendiendo la gravedad de nuestra situación, mandó al Capitán don Bartolo Sandoval, nombrado ese día Segundo Jefe en lugar del Coronel don Patricio Centeno, que procurase atacar a los yankees por la retaguardia».
«Ese bizarro militar se puso a la cabeza de los valientes Oficiales José Ciero y Juan Estrada y 17 individuos de tropa, saltó la trinchera por detrás de la casa, logró colocarse a la retaguardia de los asaltantes y les hizo una descarga y lanzando con su potente voz los gritos de "¡Viva Martinez!", "¡Viva Nicaragua!", cargó a la bayoneta con arrojo admirable».
(Nota de La Estrella de Nicaragua: En este momento es que señala el historiador don Jerónimo Pérez y otros autores y testigos, que tales descargas y gritos, espantaron a la remonta, o sea los potros de servicio de la hacienda, que estaban o llegaban por el bosque matorraloso al pie del cerro, que salieron en estampida hacia la retaguardia de los filibusteros, junto con la guerrilla, contribuyendo a la sorpresa y espanto que culminó con la derrota de los invasores).
«Los bravos soldados del Bucanero del Norte retrocedieron espantados y se pusieron en desordenada fuga».
«Nosotros, llevando a la cabeza al intrépido Coronel José Dolores Estrada, que montó el caballo de Salmerón, único que había, perseguimos al enemigo 4 leguas hasta la hacienda San Ildefonso».
«Allí mató Faustino Salmerón, con su cutacha, al Jefe de los americanos Byron Cole y lo despojó de un rifle y dos pistolas».
«Nuestra pequeña fuerza tuvo 28 bajas entre muertos y heridos; entre los primeros figuraban el Capitán don Francisco Sacasa y el Sub Teniente Ignacio Jarquín, y entre los últimos el ahora Coronel don Carlos Alegría».
«Los filibusteros perdieron al Coronel Cole, al Mayor cuyo nombre no recuerdo y que era el Segundo Jefe, y 35 muertos más, 18 prisioneros contándose entre ellos el Cirujano y muchos heridos que después hallamos muertos en los campos inmediatos».
«Tal fue el memorable combate que abatió a los invasores y despertó loco entusiasmo en el Ejército que defendía la Independencia de Centro América».
TENIENTE  ALEJANDRO EVA--Participante de la batalla de san jacinto.
Rivas, Nicaragua.
Agosto 21 de 1889

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