jueves, 22 de agosto de 2013

Cómo se apropió Costa Rica de Nicoya y Guanacaste


El territorio de Nicoya fue descubierto por dos lugartenientes de Pedrarias Dávila en 1519 y desde Castilla del Oro (hoy Panamá). Ellos arribaron al Golfo del mismo nombre, bautizado “de Nicaragua”. De 1557 a 1588 fue parte de la provincia de Nicaragua (la de Costa Rica no existía); de 1589 a 1593 funcionó de apoyo a la colonización del Valle Central de Costa Rica, emprendida desde la ciudad Granada; de 1594 a 1602 se mantuvo unida a la nueva provincia; de 1603 a 1786 permaneció en condición de autonomía y desde el 23 de septiembre de 1786, cuando Carlos III dividió el Reino de Guatemala en cuatro Intendencias, constituyó un Partido de Nicaragua.
Una era la Gobernación Intendencia de Nicaragua, que constaba de cinco partidos: además del de Nicoya, los de León, Sutiaba, El Realejo y Matagalpa. Esta situación se mantuvo en 1813, y de nuevo en 1820 —tras la vigencia de la Constitución de Cádiz— cuando el Reino volvió a dividirse en dos Diputaciones Provinciales: una con sede en la ciudad de Guatemala (abarcando Chiapas, Guatemala, El Salvador y Comayagua) y otra con sede en León (comprendiendo Nicaragua y Costa Rica). La de León, como la de Guatemala, constaba de 7 miembros: uno por León, otro por Granada, otro por Segovia, otro por Rivas, otro por Nicoya (o sea, 5 representando a Nicaragua) y dos por Cartago.
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Por otro lado, existían lazos económicos entre Costa Rica y el Partido de Nicoya desde el afincamiento de hacendados ganaderos de Rivas que culminó en 1769 con la fundación del pueblo de Guanacaste (llamado posteriormente Liberia) y la erección de su ermita. Luego, en 1772, se fundó el pueblo de Santa Cruz. Realmente, a raíz de la guerra entre partidarios y adversarios del Imperio de México (que se dio también en Costa Rica), los habitantes de Nicoya se adhirieron al gobierno de León, sometido a México; luego rompieron con él para unirse al de Granada, que lo combatía; y, durante las subsiguientes “conmociones de Nicaragua” (entre “libres” y “serviles”) decidieron anexarse a Costa Rica.
El acta del 25 de julio de 1824
Las presiones costarricenses no se hicieron esperar. Así surgió el acta del 25 de julio de 1824, por la cual el Ayuntamiento de Nicoya decidía anexarse al Estado vecino, después de rechazar en cabildo abierto dicha anexión veintiún días antes. Intereses de varios sectores influyeron en la decisión tomada, argumentando las ventajas comerciales que podían proporcionarles el puerto de Punta Arenas, la administración de Justicia y la “seguridad, quietud y régimen político”, ausentes en la convulsiva Nicaragua. El municipio de Santa Cruz decidió seguir los pasos de la Villa de Nicoya en Acta del 27 de julio del mismo año, con la renuencia del barrio de La Costa; pero el 9 de agosto la anexión fue ratificada.
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Así las cosas, el 9 de diciembre de 1825 el Congreso Federal decretó: “Por ahora, y hasta que se haga demarcación del territorio de los Estados que previene el Art. 7º de la Constitución, el Partido de Nicoya continuará separado del Estado de Nicaragua y agregado al de Costa Rica”. Pero dicho decreto —que establecía una suerte de fideicomiso— no fue sancionado por la Asamblea de los Estados respectivos, como lo pretendía la Carta Fundamental de Centroamérica.
Nicaragua reclamó vigorosamente ante el Congreso Federal que tomaría en consideración la protesta enviándola a comisión, la cual dictaminó favorablemente a los derechos de Nicaragua. Costa Rica también antepuso el “por ahora” al artículo en que demarcaba su territorio —el mismo de la época colonial— de su primera Constitución del 21 de enero de 1825. No incluyó la posesión de Nicoya, anexada a Costa Rica en el acta del 24 de julio de 1824 “para mientras se restablecía el orden en Nicaragua”. Contra esa acta también se había elevado otra, firmada igualmente por nicoyanos y guanacastecos, dirigida al mismo Congreso Federal, hallándose entre sus firmantes el “Pbro. Pedro Avendaño, cura de la Provincia de Guanacaste”.
Costa Rica, el uso de la fuerza y la amenaza
En reunión del 5 de agosto de 1826, los vecinos de Santa Cruz suscribieron una exposición al gobierno federal en la que pedían derogar el decreto del 9 de diciembre anterior y aclaraban que fue una minoría la que había solicitado la anexión a Costa Rica. Lo mismo afirmaron los vecinos de la villa de Guanacaste el 15 del mismo mes, reunidos dentro de la iglesia parroquial, previa misa celebrada por el cura José Santiago Mora. Allí se acordó suspender el juramento que exigía Costa Rica, puesto que consideraban que la anexión no era perpetua, sino temporal.
Ante esta actitud, el gobierno costarricense organizó una tropa de 150 hombres al mando de Pedro Zamora, quien expidió el siguiente úkase: Cuartel General, Nicoya, septiembre de 1826. Por esta mi orden comparecerán todos los vecinos de Santa Cruz (digo los que no hubieran jurado a este pueblo el dieciséis de éste) a celebrar la jura el diecisiete, prometiendo a los que así lo hicieren verlos como vecinos obedientes, y a los que no, pasar con las bayonetas a esa costa, embargar sus bienes, quemar sus casas y traer sus familias a morar a este pueblo. Los vecinos respondieron: Prestaremos el juramento en virtud de la fuerza con que se nos obliga. A este sometimiento a la fuerza, siguió el gobierno de Costa Rica aplicando medidas de terror.
Los continuos reclamos de Nicaragua
Desde entonces, pese a sus disturbios intestinos, Nicaragua siempre reclamó Nicoya. Así lo hizo el 3 de enero de 1826 Pedro Benito Pineda, recordando que también el partido nicaragüense de Segovia estuvo agregado al de Honduras un año, pero que había vuelto al dominio de Nicaragua. La comisión de la Constituyente sostuvo que de los tres municipios (Nicoya, Santa Cruz y Guanacaste) tan sólo algunos de los ciudadanos del primero querían permanecer agregados a Costa Rica. El Ministro General Miguel de la Cuadra reiteraba el mismo concepto del 19 de mayo de 1826. Y el 2 de junio de 1830, otro Ministro General insistió en el carácter provisional de la agregación de Nicoya y que Costa Rica debía obrar como el Partido de Segovia.
El 5 de enero de 1843 partió de León hacia Costa Rica una misión oficial encabezada por Toribio Tijerino. Fundamentalmente, intentaría conseguir la devolución del antiguo partido de Nicoya, ya denominado Departamento de Guanacaste. Tijerino fue mal recibido, pasaban intimidando tropas armadas, echando a correr el rumor de que irían pisando los talones del diplomático nicaragüense.
Tijerino cuestionó la legitimidad de las actas de los cabildos nicoyanos, por ser producto de amenazas por parte de las autoridades costarricenses. El 24 de diciembre de 1842 el jefe de Estado, José María Alfaro, ofreció 500 pesos y un empleo a quien quitase la vida al individuo que osara negarse a juramentar el decreto. En su Constitución de 1844, Costa Rica incluyó en su territorio el departamento de Guanacaste. Pero, en el Tratado de Masaya de 1846, aceptó la propuesta de Nicaragua: que la cuestión de Nicoya la solucionasen tres árbitros, dos de ellos centroamericanos. En 1848 prefirió una potencia extranjera designada por ambas partes. Sin embargo, la apropiación ya era una realidad.
El primer ejército moderno de Centroamérica
Esa apropiación, en su etapa final, se le debe a Juan Rafael Mora, mandatario por diez años de su país. “Don Juanito” fundó el primer ejército nacional moderno de Centroamérica. En 1851 comenzó a comprar equipo bélico en Inglaterra y sumaba 5,500 hombres. En 1852 los entrenaba un militar ruso. En 1854 la tropa era de 6,500 efectivos: casi el diez por ciento de la población del país.
¿Y todo para qué, si no había señales de agresiones filibusteras? Para servir de amenaza a Nicaragua, consolidar de iure la posesión de facto del ex llamado Partido de Nicoya y ahora Provincia de Guanacaste; y para expandir la frontera norte por la fuerza. Mora logró todo eso. En mayo de 1854, ante la inminente contienda interna de Nicaragua, se anexó Nicoya y Guanacaste, bautizando a este territorio Moracia (en honor suyo). Para entonces ya había hecho fracasar la misión de Dionisio Chamorro, enviada por su hermano Fruto, para arreglar los límites de ambos países. Todas sus propuestas fueron rechazadas.
El 22 de febrero de 1854, Chamorro estimó conveniente protestar: Si Costa Rica, como es de suponerse, declara la guerra a Nicaragua y se dispone a reconquistar el Partido de Nicoya, protesto solemnemente, y a la faz de todas las naciones, que será responsable ante Dios y los hombres de toda la sangre fraternal que se derrame. No hubo tal derramamiento. Sin embargo, tres meses antes de iniciarse la guerra fraticida de sus vecinos, Mora tomó partido por el bando leonés. Un prusiano, al frente de soldados costarricenses, plantó la bandera tica en una isla del río San Juan; otro prusiano emprendió la construcción de un camino en la margen meridional del Lago; flagrantes usurpaciones furtivas de la soberanía nicaragüense que tenían en el objetivo de echar a andar el proyecto de la “Costa Rica Transit Company”, de empresarios estadounidenses, a través de la cual Mora pretendía disputar la ruta interoceánica a la compañía que funcionaba en Nicaragua desde 1851.

Mora y su expansionismo

Costa Rica pegó el grito al cielo cuando 49 soldados leoneses huyeron hacia su país, tras la batalla de Rivas el 29 de junio de 1855, mostrándose los ticos impacientes para estrenar los cañones de campaña, morteros, obuses y rifles Minié. Su Ejército era ya de 7,000 hombres. Al concluir la cosecha del café, el 27 de febrero de 1856, Mora declaró la guerra “contra la República de Nicaragua”, cuyo gobierno presidía Patricio Rivas, aunque controlado por William Walker. “No vamos a lidiar por un pedazo de tierra. Vamos a luchar para redimir a nuestros hermanos de la más inicua tiranía” —proclamó Mora el 1º de marzo de 1856. Los poderosos hermaniticos, aprovechando nuestro conflicto para apoderarse de la ruta del canal y del tránsito.
Mora intervino en los cruentos y complejos acontecimientos de Nicaragua entre 1855 y 1857, apoyado por la intromisión de Inglaterra y desplegando una diplomacia expansionista. Así firmó dos nuevos contratos canaleros en San José: el 4 de diciembre de 1856 —en plena Guerra Nacional antifilibustera—, y el 12 de julio de 1856 con súbditos británicos. Mientras tanto, el 6 de julio de 1857, en un tratado bilateral entre ambos países, el Juárez-Cañas —ya expulsado el filibustero Walker—, y quedando Costa Rica en posición ventajosa ante la postrada Nicaragua, ésta tuvo que entregar su Distrito de Nicoya (como figuraba en su mapa oficial de 1855) “para siempre”. Pero Costa Rica no ratificó dicho Tratado, ya que no satisfacía sus pretensiones en el río San Juan. El objetivo del presidente Mora era convertir en condominio el río y posesionarse de la ribera meridional del Gran Lago.
El 14 de octubre de 1857, Costa Rica dio un ultimátum para que el gobierno de Nicaragua entregara el puerto lacustre de San Carlos, hecho considerado por el presidente Tomás Martínez una declaración de guerra. El diálogo suplió las armas, y en Rivas, el 8 de diciembre de 1857, José María Cañas y el propio Martínez firmaron el tratado Martínez-Cañas, reconociendo Costa Rica los límites del Juárez-Cañas y devolviendo el Castillo Viejo, tomado antes de concluir la Guerra Nacional antifilibustera con el apoyo privado del empresario estadounidense Cornelius Vanderbilt. Una vez más, el Congreso tico no reconoció el nuevo tratado.
El 18 de enero de 1858, Nicaragua nombró comisionados. Entonces Máximo Jerez, Plenipotenciario de nuestro gobierno, firmó en San José con José María Cañas el 15 de abril de 1858 el Tratado Jerez-Cañas, quedando definitivamente resuelto el litigio con Costa Rica por la posesión de Nicoya. El artículo segundo definía las fronteras. Costa Rica obtuvo una respetable ganancia territorial, pero Nicaragua puso coto a la pretensión costarricense del río San Juan.

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