jueves, 23 de junio de 2011

LA TENEBROSA Y DIABÓLICA INQUISICIÓN.

La inquisición nació en la Europa medieval para perseguir la herejía, es decir, toda aquella postura que se apartara de la doctrina marcada por la Iglesia católica. En la óptica de la época, éste era el máximo crimen posible, puesto que el hereje era un "asesino de almas". Por ello, la pena era la muerte. Sin embargo, el Santo Oficio no ejecutaba las condenas: las autoridades civiles cumplían esta misión en su lugar.

La Inquisición en España

La convivencia entre las distintas religiones presentes en España se deterioró a partir del siglo XIV. Ante la crisis económica y social, los cristianos encontraron en los judíos un chivo expiatorio al que atribuir sus desgracias. Así que utilizaron el pretexto religioso para enmascarar la animadversión que sentían hacia una minoría acomodada, formada por banqueros, funcionarios públicos o médicos. De aquí nació la obsesión de los cristianos viejos por la "limpieza de sangre". Ellos no serían tan ricos como los cristianos nuevos, pero se sentían superiores a estos últimos por no tener judíos entre sus antepasados.

Para escapar de las frecuentes persecuciones, muchos judíos optaron por convertirse al cristianismo. Pero incluso así continuaban despertando recelos, ya que los cristianos de toda la vida sospechaban que su conversión no era sincera y que practicaban su antigua fe en secreto. Este clima de hostilidad impulsó a los Reyes Católicos a expulsar a los judíos en 1492, para evitar así que sus excorreligionarios les imitaran.



Fortalecer la institución monárquica, de modo que los soberanos detentaran el poder sin depender de la nobleza. Este era el proyecto de los Reyes Católicos pero tropezaba con la oposición de una oligarquía formada por conversos que habían escalado al poder en numerosos núcleos urbanos. Los Monarcas vieron en la Inquisición un instrumento que les permitía controlar a los conversos y apoderarse de sus bienes, en unos momentos en que las arcas reales necesitaban fondos con urgencia. La introducción de la inquisición en España no se realizó sin una fuerte oposición por parte de diversos sectores, que fue vencida por la monarquía. La Corona de Aragón, por ejemplo, consideró que el nuevo tribunal amenazaba sus fueros. Sin embargo, el rey Fenando el Católico argumentó que la defensa de la fe tenía prioridad sobre las leyes locales.



Al menos una vez al año, la inquisición invitaba a todos los cristianos a confesar cualquier pecado contra la fe. Aquel que conociera las culpas de otro y no las denunciara podía ser procesado él mismo. Así se implantó en ciudades y pueblos un clima de delación que envenenó la convivencia, ya que las denuncias se convirtieron en un arma contra enemigos personales. Por tanto, no bastaba con ser buen cristiano. Además había que parecerlo.

Los acusados por la Inquisición se encontraban siempre en una situación de indefensión. No conocían los cargos en su contra; tampoco sabían quién les había acusado. Además, estaban sometidos a brutales torturas. Algunos llegaban a confesar delitos que no habían cometido con tal de evitar tormentos como el de la garrucha. Éste consistía en mantener al preso suspendido en el aire, para dejarle caer de golpe sin llegar a tocar el suelo. En el peor caso, el reo era sentenciado a la hoguera. Las ejecuciones se convertían en espectáculos a los que acudía un público numeroso, que disimulaba la morbosidad bajo la apariencia de fervor religioso.



El Santo Oficio entró en decadencia a lo largo del siglo XVIII. Los ilustrados, así como algunos obispos, creían que había que eliminar el siniestro tribunal. Sin embargo, el estallido de la Revolución Francesa en 1789 dio un nuevo sentido a la temida institución, el de reprimir las ideas liberales. Suprimida en 1813 por las Cortes de Cádiz, la Inquisición fue restablecida por Fernando VII y definitivamente abolida en 1834, bajo la regencia de María Cristina.

La Inquisición en Europa


La Inquisición romana se creó en 1231 para luchar contra los herejes albigenses y valdenses. Cuando éstos fueron eliminados, su actividad disminuyó hasta que en 1542 la institución fue renovada por el papa Pablo III. Ahora tenía una nueva misión, neutralizar la difusión del protestantismo. Su autoridad abarcaba una red de tribunales a lo largo de la mayor parte de Italia, con algunos tentáculos en Francia, Malta y la ciudad alemana de Colonia.

Creada en 1536, la inquisición lusitana se caracterizó por una severidad mayor que la de su homologa española. El delito que más persiguió fue el judaismo, que en algunas ciudades llegó a superar el 80% de los casos. El Santo Oficio también estuvo presente en Hispanoamérica. Sin embargo, su actividad represora se vio disminuida por la enorme distancia respecto a España, la mayor libertad de costumbres y el escaso apoyo de muchos obispos locales.

Si los católicos perseguían con saña a los protestantes, éstos hacían lo propio con los católicos en los países que controlaban. En Inglaterra, por ejemplo, fueron ajusticiados cuatro veces más católicos por los protestantes que protestantes por la Inquisición española. Mientras tanto, en Holanda y Suiza, los calvinistas desataron feroces persecuciones contra sus enemigos religiosos. La intolerancia también llegó a Norteamérica, como demuestra el caso de las brujas de Salem. En esta localidad de Massachusetts murieron ejecutadas veinte personas en 1692 acusadas de brujería.


LIC.RENE DAVILA /23060011

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