viernes, 12 de octubre de 2012

La ejecución de Cannon y Groce en 1909


Al margen de la transformación del país, que encabezó durante su largo y férreo período de gobernante, José Santos Zelaya (Managua, 1º de noviembre, 1853-Nueva York, 19 de mayo, 1919) fue desalojado del poder, en buena parte, por confrontar políticamente a la potencia imperial de Estados Unidos. No solo exigiendo condiciones que no atentasen contra la soberanía nacional, o planteando una alternativa extracontinental (Alemania, Japón) para construir el canal, sino también suprimiendo las concesiones que había otorgado a compañías estadounidenses.
La cancelación de las concesiones a compañías estadounidenses
“Movido por entusiasmo comprensible, el general Zelaya, dictador auténtico, se mostró extremadamente generoso en la concesión a intereses norteamericanos de privilegios para la explotación de los recursos naturales de Nicaragua” —escribió Salomón de la Selva. En efecto, con su administración se dio inicio a esa política de contenido capitalista, de la cual fueron beneficiarios compañías mineras como la Minning Explotation Company que podía denunciar minas en una zona de 467 millas cuadradas de la jurisdicción de Prinzapolka; madereras como la Lousiana Nicaragua Lumber Company, dedicada a cortar árboles de pino en terrenos de la misma zona; bananeras como la Atlantic Fruit Company, autorizada para exportar bananos en unas cuarenta mil manzanas de la región de Laguna de Perlas, etc.
Una de las primeras concesiones, reportadas por el cónsul estadounidense Chester Donaldson el 6 de enero de 1903, fue para la United Status and Nicaragua Company de James Dietrick, de Pittsburg, Pa., compañía a la que se le permitía —según ratificación del Congreso Nacional—, buscar oro y plata, hierro y carbón, cobre y otros minerales en los departamentos de Jinotega, Nueva Segovia y en Cabo Gracias a Dios, durante veinticinco años. La concesión incluía la introducción libre de materiales inmobiliarios, ropa y comida para los trabajadores, y por ella Dietrick debía pagar al Gobierno cien mil dólares oro: cinco mil al contado y veinticinco mil a los cuatro meses. Dietrick, además, gozaría de la navegación exclusiva y el transporte directo por el Río Coco. Por otro lado, en 1905 las compañías inscritas en el Consulado de Estados Unidos en Managua, sumaban catorce: siete productoras de café, cuatro comerciales, dos mineras y una de hielo.
La cuestión Emery
Jaime Wheelock ha señalado que fue Zelaya, en América Latina, quien inauguró la política de recuperación de los bienes nacionales, al cancelar dichas concesiones, en especial “la de un tal Mr. Emery”. La cancelación de tales concesiones, en realidad, se debió a que las autoridades nicaragüenses constataron violaciones explícitas, por parte de las compañías, a los contratos originales. Como lo subraya Wheelock, la más notoria fue la de Herbert Clark Emery y/o George D. Emery, modificada el 5 de mayo de 1898, ampliada el 11 de agosto de 1900 y cancelada el 11 de junio de 1903. Tal hecho fue decisivo en la caída de Zelaya, cuando éste, por protocolos firmados en mayo y septiembre de 1909, ya había resuelto acceder a todas las demandas y en octubre del mismo año, en plena guerra y de su propio bolsillo, hizo el primer pago de compromiso. “La cuestión Emery que, a causa de las intransigencias del Gobierno norteamericano en las negociaciones con el nicaragüense, había inquietado los ánimos, pues se llegó a temer un rompimiento, acaba de arreglarse de una manera satisfactoria y definitiva” —aclararía el mismo Zelaya en su libro La revolución de Nicaragua y los Estados Unidos (Madrid, 1910).
Otra compañía fue la Fletcher, también de Pittsburg (que llevó a cabo grandes explotaciones mineras, madereras, de luz y fuerza, etc.) y cuyo abogado era nada menos que Philander C(hace) Knox. Pues bien, al ocupar éste, en el Gobierno de Howard Taft, la Secretaría de Estado de su país, determinó “echar fuera a Zelaya” y con este fin apoyó la revuelta libero-conservadora, estallada el 11 de octubre de 1909 en Bluefields.
Zelaya: el robo elevado a categoría de gobierno
A la cabeza de ella figuraba —seducido por los conservadores, sobre todo por Adolfo Díaz— el Gobernador e Intendente de la Costa Atlántica, general Juan J. Estrada (Managua, 1865-Bluefields, 1947). Dos hermanos tenía Juan J. Estrada: Aurelio y José D., pertenecientes al artesanado de la capital. Pero Juan J. decidió rebelarse contra su exjefe y protector, ilusionado con sustituirlo en el poder. En su proclama, declaró: “Desde 1896 (cuando los liberales leoneses intentaron derrocar a Zelaya) hasta el presente (11 de octubre de 1909) su carácter soberbio, autoritario y despótico se ha desarrollado de tal modo, que hoy ya no se detiene, ni ante el derecho más rudimentario de los ciudadanos, ni ante la conciencia que se estremece al ver la iniquidad”. Y puntualizaba: “El robo lo ha elevado Zelaya a categoría de gobierno. Y ha constituido rigurosamente en diez años atrás, el único número de su programa administrativo”. Y proseguía:
“Monopolios de tabaco, de aguardiente, de especies fiscales, de navegación en los lagos y en los ríos; concesiones de destace, de pesca, de hulería, de minas, de perlas, de sal; desfalcos horribles en la Hacienda Pública; empréstitos interiores formulados a nombre de la nación para su propio bolsillo; las aduanas libres para sus cómplices y mil infamias más, que han agotado todas las fuerzas de los nicaragüenses, paralizado de modo triste el progreso nacional y apagado todo lo que es luz, idea, libertad”.
Juan J. Estrada: traidor
Desde luego, para los zelayistas Estrada era un traidor, “un muchacho carpintero convertido, por la munificente protección de Zelaya, en un funcionario público de superior categoría” —según uno de ellos, Santiago Argüello, en un folleto. “Estrada fue muchas veces traidor —proseguía—. Fue traidor a la mano de su benefactor, al hombre que hizo de aquel ser casi anónimo un propietario de tierras y monedas. Fue traidor a su jefe, a aquel que puso en sus manos una espada para la libertad, y que él sacó de su vaina para la deslealtad. Fue traidor al partido, que le entregó un ideal que él no supo comprender”. También sus dos hermanos —Aurelio y José D.— calificaron su proceder de ignominioso, reprobándolo, al igual que los correligionarios liberales del país en sendas actas municipales.
Knox y su agresividad diplomática
Como Zelaya obstaculizaba la acción estratégica de Estados Unidos en Nicaragua, Knox contribuyó a derrocarlo. Primero con su influencia en Francia, para que no se pusiesen en circulación los valores del empréstito del Gobierno de Nicaragua a la Ethelburga, Sindicato de Inglaterra (con el cual se construiría el ferrocarril de San Miguelito a Monkey Point, perjudicial a los intereses estadounidenses); y segundo, a través del cónsul de Estados Unidos en Bluefields, Tomas P. Moffat, apoyando la revuelta. Adolfo Díaz, empleado de una compañía estadounidense, aportó a dicha revuelta una suma seiscientas veces más que el salario anual que recibía.
Era un hecho explícito, pues, el financiamiento de las compañías estadounidenses a la revuelta antizelayista. Según reportaje del New York Times del 10 de septiembre de 1912, el mismo Estrada confirmó “que tales compañías contribuyeron para la revolución de Bluefields con un millón de dólares; y la casa de Joseph W. Beers con unos doscientos mil, y la de Samuel Weill con cerca de ciento cincuenta mil dólares”. Sin embargo, el tiro de gracia a Zelaya lo constituyó la célebre nota que Knox enviara a Felipe Rodríguez Mayorga, Encargado de Negocios de Nicaragua en Washington, en la que rompía relaciones con el Gobierno nicaragüense.
Suscrita el primero de diciembre de 1909, tenía como pretexto el caso de dos ciudadanos estadounidenses radicados en Nicaragua, al servicio de la revuelta: Lee Roy Cannon y Leonardo Groce, ambos capturados in fraganti delito cuando colocaban una mina de dinamita para volar dos vapores (Diamante y Hollenbeck) que transportaban las fuerzas gubernamentales en el Río San Juan; convictos y confesos se les había sentenciado a muerte y fusilado.
El proceso contra Cannon, Groce y Couture
En su libro citado, La revolución de Nicaragua y los Estados Unidos, Zelaya transcribió el proceso contra Lee Roy Cannon, Leonardo Groce y Edmundo Couture “por el delito de rebelión contra el Estado y Gobierno de Nicaragua”. Couture era natural de Francia, de 48 años, soltero y agrimensor, domiciliado en Prinzapolka. En cuanto a los estadounidenses, Cannon era ingeniero civil, también soltero y residente en Masaya; y Groce tenía 37 años, radicaba en Bluefields y era minero y casado. A Couture se le sentenció a un año de prisión y a los mercenarios estadounidenses se les condenó a muerte.
A las cinco de la mañana del 15 de noviembre de 1909 el Fiscal de Guerra, Salomón Selva Glenton, les leyó la sentencia a los tres reos, pero Cannon y Groce pidieron “reforma de ella ante el superior respectivo”. A las 7 am el Fiscal ordenó cumplir la sentencia, señalando su ejecución a las 10 de la mañana del día siguiente, “con todas las ritualidades que establece el Código Militar, ejecución que se verificó en el panteón de este lugar (El Castillo). Los reos murieron a la primera descarga”. O sea: el 16 de noviembre de 1909.

Las cartas de despedida
El 15 de noviembre de 1909 se le permitió a los reos escribir a sus familiares. Cannon escribió a su hermano Juan Jacoby, en Masaya. “Estoy en capilla por sentencia del Consejo de Guerra. Mañana a las diez me fusilan y suplícote escribir a mi madre: yo no lo hago porque no tengo fuerzas ni espíritu para ello” —comenzaba la suya. Groce, por su parte, escribió a su madre: “This will be a terrible to you. The last words you will ever receive from your wayward son. I can’t write much as I am too nerveous and only have a few minutes to live.” (Esto será terrible para usted. Las últimas palabras que usted recibirá de su desobediente hijo. No puedo escribir mucho, pues estoy muy nervioso y solo tengo unos cuantos minutos de vida). Según posdata de su carta, Groce era masón, al igual que el Comandante de El Castillo, Rafael Medina: “Tell Sandy, the general in command here is named Rafael Medina and is a brother mason”. (Dile a Sandy, que el Comandante aquí, llamado Rafael Medina, es un hermano masón).
Pero la carta más impactante de Groce fue la dirigida a su esposa de nombre Rosa, quien vivía en Nandaime, muy de mañana del 16 de noviembre: “Ayer fui condenado a muerte por Consejo de Guerra porque andaba con Emiliano Chamorro en la Revolution (sic). Seré fusilado hoy a las 10 am. Nombre (sic) usted alguna que ver lo que yo tengo en los diferentes lugares de las minas. Entiéndase con Mr. Christian Bundeau. / Dame unos abrazos y besos a mis hijos y dígales que su padre se ha muerto. Adiós, mi adorada Rosita —suyo hasta a bordo (sic) de mi sepulcro. Leonardo Groce”.
Justificación y caída de Zelaya
Zelaya justificó en su libro dicha ejecución, con estas palabras: Como Cannon y Groce eran revolucionarios, perdieron el derecho a la protección de su Gobierno, según la ley americana, y en tal caso, no tienen porqué sentirse agraviados los Estados Unidos. De todos modos, el Gobierno de Washington podía haber entablado la reclamación correspondiente antes de declarar por eso rotas las relaciones con Nicaragua. Dos pesas y dos medidas tiene el fuerte tratándose del débil.
Un mes después, Zelaya renunció a la Presidencia “para evitar la continuación de la guerra y, sobre todo, la profanación de mi Patria por los soldados yanquis”. El 21 Manuel Coronel Matus, presidente de la Asamblea Nacional Legislativa, emitió un dictamen en el que protestaba ante el mundo civilizado por la injerencia del Gobierno estadounidense en los asuntos internos de Nicaragua. Ese mismo día, Zelaya depositó la Presidencia en José Madriz; el 22 lanzó un “Manifiesto al Pueblo Nicaragüense” y el 24 se embarcó en Corinto hacia México. Así concluyó su permanencia en el poder 17 años, 3 meses y 5 días de forma continúa, récord que no ostenta ningún otro mandatario en la historia de Nicaragua.
LIC: Jorge Eduardo Arellano

viernes, 14 de septiembre de 2012

El Sargento Andrés Castro: vida y gesta en San Jacinto



Poco se menciona y menos se conoce la vida del Sargento Primera Andrés Castro Estrada. En Managua, su ciudad natal, no se ha bautizado ni una sola calle con su nombre. La política de turno erige monumentos a los «héroes» que han matado a nicaragüenses defendiendo regímenes oscuros; no existen monumentos a los héroes verdaderos que han defendido la soberanía patria nicaragüense de invasores extranjeros. Ese monumento a Andrés Castro, a la entrada de la hacienda San Jacinto (foto), no lo erigió ningún gobierno, sino los estudiantes y maestros del Instituto Nacional Central Ramírez Goyena en 1956, conmemorando el centenario de la Batalla de San Jacinto y la estatua es obra de escultora Edith Gron.
Andrés Castro Estrada nació en 1831 en la ciudad de Managua, don Regino Castro fue su padre y doña Javiera Estrada, su madre. Castro fue reclutado a los 23 años en el ejército Legitimista del Gral. Fruto Chamorro Pérez para atacar a los insurectos Democráticos que se rebelaron contra el régimen de Chamorro Pérez quien murió tras ser derrotado en Occidente. Al comenzar la guerra contra los filibusterios de William Walker, el joven Castro se presenta ante el Gral. Tomás Martínez Guerrero y se integra de lleno a la guerra, distinguiéndose el 21 de Octubre de 1855 en el combate contra los norteamerianos en Tipitapa y como consecuencia fue ascendido a Sargento Primero.
Pero fue en la Batalla de San Jacinto donde Andrés Castro encontró su ingreso a la inmortalidad. En el Parte de Guerra de San Jacinto, el Gral. José Dolores Estrada relata la acción heróica del Sargento Castro...

«el muy valiente sargento primero Andrés Castro, quien por faltarle fuego a su carabina, botó a pedradas a un (norte) americano que de atrevido se saltó la trinchera para recibir su muerte».

En San Jacinto la lucha fue total y a muerte. La superioridad en hombres y armas de los filibusteros no permitía dar tregua. Cuando Andrés Castro se enfrentó a un filibustero armado con un -entonces-- moderno revólver. Arma desconocida en Centroamérica y con ella apuntó al pecho desnudo del Sargento Castro, que no tuvo tiempo de recargar su viejo fusil de chispero ni tenía al yankee al alcance de su cutacha. Impelido por la defensa de su vida amenazada por el revólver del yankee, veloz como un relámpago, recogió una piedra del corral y la disparó con fuerza y precisión, impactando la frente del invasor que cayó sangrante, pero aún tienía el revólver en la mano y por ello lo remató con la cutacha.

El Sargento Primero Andrés Castro Estrada tenía 25 años cuando luchó contra los invasores norteamericanos en San Jacinto donde resultó herido en una pierna, pero no recibió ningún ascenso.

Tres meses después de San Jacinto, en Diciembre de 1856, se casó con Gertrudis Pérez, también de Managua.

Casado y con dos hijos, Andrés Castro adquirió una finquita al Sur Oeste de Managua, en un rincón de donde después fue la hacienda El Retiro, propiamente cerca de donde estuvo el Hospital El Retiro.

Como el heróico Sargento Andrés Castro no era granadino ni pertenecía a las oligarquías de la época, sino un obrero de Managua, su genealogía se disipó con el tiempo, pero su gesta la recogió con veneración su pueblo.

Andrés Castro fue atacado por la espalda por un anónimo enemigo cuando transitaba hacia Las Sierras de Managua. Murió en 1876 cuando apenas tenía 45 años de edad. Sus restos están enterrados en el Panteón San Pedro de Managua.

Ningún gobierno ha publicado ninguna biografía ni bautizado calles ni le ha levantado un monumento en su Managua natal. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El general Luis Mena y la guerra de 1912



La llamada “Guerra de Mena” —de la cual se derivó la gesta de Benjamín Zeledón en defensa de la soberanía nacional y cuya consecuencia fue la consolidación de la oligarquía conservadora bajo la tutela de Estados Unidos— todavía no es muy conocida. Tampoco ha trascendido a la conciencia colectiva el nombre de su principal protagonista, excepto en la frase coloquial: “¡Esta, dijo Mena!”
¿Quién era Mena?
Luis Mena era granadino, pero de Nandaime. Debió nacer en 1865, pues en 1911 frisaba los 46 años. Su padre, dueño de una mediana hacienda ganadera, había sido alcalde de su ciudad natal. Según Carlos Cuadra Pasos, “tuvo una niñez rústica en Nandaime. Apenas pasó los cursos de primaria en las escuelas públicas”; más tarde Mena formaría parte de los pioneros del cultivo del banano en la región de El Rama; así en 1894 —a sus 29 años— participó en la Reincorporación de La Mosquitia.
Con ello adquirió figuración suficiente para su ascenso social “que él logró contrayendo en Granada un matrimonio ventajoso con una hija del general Eduardo Montiel” (1835-1900). Margarita se llamaba y era hija fuera de matrimonio. Tres hijos nacieron de esa unión. Pero los aristocráticos granadinos lo tildaban de “negro” y de “indio semisalvaje”, no apto para pertenecer a su círculo civilizado.
En su carácter de militar conservador, Mena combatió el régimen de J. Santos Zelaya. Por ejemplo, el 30 de junio de 1902, desde Bocas del Toro, Panamá —entonces Colombia— zarpó en el cañonero “Pinzón”, comandado por el general colombiano Luis Gómez; en él iban otros expatriados nicaragüenses antizelayistas. El 7, cerca de El Bluff, el “Pinzón” desembarcó más de 30 hombres; mas fueron capturados —entre ellos Mena— y algunos muertos. Poco después, Mena y Reyes lograron escapar de la cárcel de Bluefields.
Pero el cargo más alto que obtuvo fue el de General en Jefe de los Ejércitos Revolucionarios durante la revuelta libero-conservadora contra Zelaya, iniciada en octubre de 1909 y concluida en agosto de 1910. De hecho, correspondió ser la figura bélica de mayor relevancia en dicha revuelta, ya que su rival Emiliano Chamorro había sido derrotado por las fuerzas del doctor José Madriz en la batalla de Tisma. Tal fue el origen de la hegemonía del general Mena, como se verá, a lo largo de 1911 y la mitad de 1912.
“La guerra a Mena”
Transcurrida la guerra que lleva su nombre, Mena vivió hasta mediados de 1913 como prisionero del Gobierno estadounidense de la zona del Canal de Panamá. Hacia allí lo habían conducido los marines, partiendo de Corinto en el barco de guerra Cleveland, el 26 de septiembre de 1912. Lo acompañaba su hijo Daniel Mena Montiel.
Tras un tiempo en Costa Rica, regresó a Nicaragua. En 1918, ya retirado de la política, poseía una hacienda junto al Paso de Panaloya, al norte del departamento de Granada. En una ocasión se encontró con Cuadra Pasos, dueño de otra propiedad cercana: —¿Cuándo es que naciste, Pablito?— le preguntó Mena al hijo mayor de Cuadra Pasos, entonces de seis años. —Yo nací cuando la guerra de Mena. Entonces el exgeneral le dijo: —Mirá Pablito, dile a tu papá que te enseñe bien la historia de Nicaragua para que diga la guerra a Mena.
En su hacienda, discutiendo con un vecino, murió de un balazo Luis Mena el domingo 20 de marzo de 1928. Sin pena ni gloria. Tenía 63 años.
Hegemonía del “Dictador Verde”
Mena fue uno de los cuatro líderes que firmaron los Pactos Dawson (octubre de 1910) que implantaban la Diplomacia del Dólar en Nicaragua; y pronto impuso su hegemonía: era dueño de las armas (como Ministro de Guerra), manejaba la Asamblea Nacional Constituyente y distribuía entre sus amigos los dineros de la Tesorería Nacional, que llegaron a sumar —entre legales y falsificados— 45 millones de pesos. Para contrarrestar la fortaleza de Mena, a quien sus partidarios llamaban el “Dictador Verde”, Díaz recurrió al apoyo estadounidense y así pudo evitar que Mena llegase a la Presidencia. Lo mismo hizo el clan Chamorro. “Ya Luis Mena está enrollando su trompo —dijo Emiliano en una reunión del clan. —¿Qué debemos hacer? ¿Lo dejamos que tome el poder, o nos oponemos a él?” La respuesta del clan fue unánime en su decisión de impedir que Mena fuera presidente.
El menismo en Granada
La guerra fue corta y terrible. Duró todo agosto, septiembre y primeros días de octubre, precedida por un fenómeno incidental que contribuyó a desatar el hambre: una sequía, iniciada en mayo. Sus pérdidas materiales fueron calculadas en dos millones de dólares y las humanas entre cuatro mil y cinco mil muertos. El comercio exterior se paralizó cuatro meses. Los obreros agrícolas fueron reclutados por las fuerzas en pugna, el menismo perpetró saqueos (en León y Granada principalmente) y la élite gobernante fue sometida a diversas formas de humillación y agresiones, sobre todo en la misma Granada.
Allí los responsables de esa violencia fueron los conservadores menistas o nuevos ricos, liberales y artesanos que actuaban por su cuenta, lo mismo que la tropa. Se trató, en realidad, de un asalto revolucionario al orden social jerárquico. En su libro Enfrentando el sueño americano, lo refiere el historiador suizo Michel Gobat; pero los ejemplos se localizan también en el Boletín del Ejército, órgano del Gobierno de Díaz. Se violaron a niñas de colegio, se pusieron a desfilar desnudos desde sus casas al cuartel de San Francisco a prominentes comerciantes, se obtuvieron rescates en miles de pesos de los prisioneros políticos para libertarlos de las torturas, el robo no respetó a los extranjeros, etc., etc.
En el Boletín del Ejército, núm. 4, del 1ro. de septiembre de 1912, se lee: Hoy Granada contempla a sus hijos más estimados en el fondo de la cárcel; sus capitales, sus haberes están pasando en manos de la demagogia imperante; los niños vagan por las calles en súplica de alimentos; las clases pobres se desprenden de sus modestísimas alhajas para trocarlas por caros comestibles.
Hechos clave
El menismo —integrado por liberales y conservadores partidarios del exministro de Guerra general Luis Mena— se enfrentó a las fuerzas del presidente Adolfo Díaz a partir del 29 de julio cuando fue destituido de su cargo y decidió acuartelarse en Granada, habiendo trasladado previamente gran parte del armamento y pertrechos custodiados por su hijo Daniel. Pero si Mena dominaba en Granada y Zeledón en Masaya —tras su fracasada toma de Managua del 11 al 14 de agosto—, El Bluff, en la Costa Atlántica, había caído en poder del coronel menista José Surribes. Otro coronel menista, Crisanto Zapata, se había apoderado de la fortaleza El Castillo sobre el río San Juan. Los liberales menistas de León, a partir del 17 de agosto de 1912, derrotaron a los diístas matando a su jefe el general hondureño Juan Manuel Durón. Otros grupos del “Ejército Aliado”, después de cruenta lucha, se apoderaron de Chinandega y también de Rivas. Todos ellos deseaban la Presidencia al general Luis Mena, como había designado la Asamblea Nacional Constituyente con funciones de Legislativa. Mena tomaría el cargo el 1ro. de enero de 1913 y tres meses después convocaría a elecciones.
“La presencia de las tropas regulares de Estados Unidos hizo cambiar el carácter civil de la contienda, por una jornada nacional en que patriotas de todos los partidos políticos se aprestaban a combatir en defensa de la soberanía” —resumió Mena en su carta al presidente Wilson en marzo de 1913. En efecto, cuando el “Ejército Aliado comenzó a capturar los vapores del Gran Lago y a convertirlos en barcos de guerra, el presidente Díaz solicitó la intervención armada de los Estados Unidos, el 3 de agosto.
El mayor Butler en Nicaragua
Díaz fue prontamente atendido. El 4 de agosto una pequeña fuerza de chaquetas azules del Annapolis desembarcó en Corinto dirigiéndose inmediatamente a Managua para custodiar la Legación y el Gobierno de Díaz, refugiado en ella. Tres días después una fuerza combinada de marinos e infantes de Marina del Tacoma ocupó Bluefields. El 14 de agosto, un batallón completo de la Infantería de Marina, comandada por el mayor Smedley D. Butler, desembarcó en Corinto.
En Granada, Mena permanecía postrado, enfermo de fiebres reumáticas —tenía 47 años— en su cuartel del Convento de San Francisco. Hasta allí había llegado el 16 de agosto Butler con la demanda de que “entregara sus tropas al Gobierno”, la cual Mena rechazó. Butler, desde Managua, trató de reabrir las comunicaciones con Corinto, donde estaban desembarcando más tropas norteamericanas. Los liberales, en control de León, las habían cortado. Cuando una pequeña fuerza de los Infantes de Marina intentó la toma del tren en las afueras de León, fue obligada a regresar a pie a Managua. Esta retirada humillante enfureció a Butler. Tomando a su cargo una tropa suficientemente numerosa, Butler marchó hacia León, forzando al “Ejército Aliado” a rendirse. De esta forma, reabrió la línea férrea por la cual entrarían al país, en total, 412 marines y 2,600 soldados, además de grandes cantidades de pertrechos bélicos, para reforzar a las tropas del Gobierno de Díaz, comandadas por el general Emiliano Chamorro.
“Un pandillero al servicio del capitalismo”
Butler fue el jefe estadounidense que se tomó El Coyotepe el 4 de octubre de 1912 y, hasta ahora, ha sido el militar más condecorado de su país. De él es famosa su declaración al Congreso en 1935: He servido durante 30 años y 4 meses en la unidad más combativa de las fuerzas armadas norteamericanas: en la Infantería de Marina. Tengo el sentimiento de haber actuado durante todo ese tiempo como bandido altamente calificado al servicio de los grandes negocios de Wall Street y sus banqueros. En una palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo. En 1914 afirmé la seguridad de los intereses petroleros en México, Tampico en particular. Contribuí a transformar a Cuba en un país donde la gente del National City Bank podía birlar tranquilamente los beneficios. Participé en la “limpieza” de Nicaragua, de 1909 a 1912, por cuenta de la firma bancaria internacional Brown Brothers Harriman. En 1916, por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos, aporté a la República Dominicana la “civilización”. En 1923 “enderecé” los asuntos de Honduras en interés de las compañías fruteras norteamericanas. En 1927, en China, afiancé los intereses de la Standard Oil. Fui premiado con honores, medallas y ascensos. Pero cuando miro hacia atrás considero que podría haber dado algunas sugerencias a Al Capone. Él, como gángster, operó en tres distritos de una ciudad. Yo, como marine, operé en tres continentes. El problema es que cuando el dólar americano gana apenas el seis por ciento, aquí se ponen impacientes y van al extranjero para ganarse el ciento por ciento. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera.

sábado, 11 de agosto de 2012

El fusilamiento de William Walker en Trujillo, Honduras



Tras su capitulación el 1º de mayo de 1857 en Rivas, y su inmediato rescate por Charles H(enry) Davis, comandante de la corbeta de guerra estadounidense St. Mary’s, William Walker y sus hombres intentaron invadir Nicaragua tres veces más.
El 14 de noviembre del mismo año -1857- partió de Mobile en el Fashion con 185 flibusteros, una decena de “civiles” y especuladores, un lote de 1,000 armas y provisiones suficientes para alimentar 400 hombres durante tres meses. Sin embargo, el Comodoro -también norteamericano- Hiram Paulding le obligó a rendirse el 8 de diciembre en San Juan del Norte. El 7 de enero de 1858, en un mensaje especial al Congreso, el presidente James Buchanan afirmó que esa segunda expedición militar de Walker a Nicaragua era “una usurpación de la autoridad para librar una guerra, decisión que le pertenece sólo al Congreso”.
Absuelto en Nueva York y apoyado de nuevo en el Sur, Walker reincidió. En folleto publicado en Nueva Orleáns (abril, 1858) sostuvo su obstinada determinación de retornar a Nicaragua en plan bélico. Pero el Susan -barco que había contratado y que transportaba 112 filibusteros- se estrelló en un arrecife caribeño. Sus náufragos fueron repatriados gratis a los Estados Unidos en la corbeta británica Basilisk, que fondeaba en Belice.
Se hace católico por razones políticas
Mientras Walker planeaba una cuarta expedición que sería la última, la Asamblea Nacional Constituyente de Nicaragua había promulgado una nueva Carta Magna el 19 de agosto de 1858, y en octubre la prensa norteamericana difundió su contenido. Los artículos más importantes para Walker fueron el 6 y el 9; si uno declaraba oficial la religión católica, el otro que sólo quienes profesaran la religión de la república podían ser ciudadanos y, en consecuencia, ejercer cargos públicos. Por esta razón, William Walker se hizo católico el 31 de enero de 1859 abjurando de su fe presbiteriana, en ceremonia solemne de la Catedral de Mobile. Su padre, el escocés James Walker, resintió esta decisión, ya que ambos estaban obligados por un pacto a guardar fidelidad a su iglesia.
A principios de 1860 el converso oportunista se hallaba en Nueva Orleáns con su compañero Callender Irving Fayssoux cuando éste le informó que Mr. Elwyn, comerciante inglés, vecino de las Islas de la Bahía -frente a las costas de Honduras- requería del auxilio de Walker para evitar que Honduras tomara posesión de las islas: Roatán, Guanaja y Utila. Las islas serían devueltas por Inglaterra, en virtud del convenio celebrado entre ambas naciones el 28 de noviembre de 1859. Tan pronto se arriara la bandera inglesa y se izara la hondureña, sus súbditos ingleses declararían su independencia y se enfrentarían a Honduras con la cooperación mercenaria de Walker; posteriormente, colaborarían con Walker en su empresa de Nicaragua.
Última expedición
El filibustero se entregó por completo a organizar la nueva expedición. Con el nombre supuesto de “Mr. Williams” y acompañado del coronel Thomas Henry -filibustero de casta- y de otros tres cofrades, se embarcó en la John A. Taylor a Roatán, donde el 16 de junio se enteró que sus habitantes, negros en su mayoría, eran hostiles: creían que los recién llegados intentaban esclavizarlos. Las autoridades inglesas detectaron la presencia de los filibusteros, averiguaron las actividades de Elwyn y reaccionaron de acuerdo. Walker partió en la Taylor a Cozumel, Yucatán, para esperar 49 filibusteros que desembarcaron el 23 de junio. Dos contingentes se le sumaron luego, de manera que el 5 de julio su fuerza era de 101 hombres (incluido él mismo).
El traspaso de las Islas de la Bahía a Honduras había quedado fijado para el 30 de julio. Pero el 7 del mismo mes el cónsul inglés en Comayagua, Edward Hall, informó al Gobierno hondureño de la presencia cercana de Walker. Por ello el ministro de Relaciones Exteriores del presidente Santos Guardiola pidió al gobernador de Jamaica que dichas islas siguieran en posesión de Inglaterra hasta que desapareciera el peligro filibustero. Al no ocurrir el traspaso, el tres de agosto Walker decidió invadir Honduras.
Walker se toma Trujillo
El 6 de agosto Walker desembarcó a cinco kilómetros del Puerto de Trujillo, cuya guarnición de su vetusto fuerte -cuarenta soldados al mando del comandante Norberto Martínez- no pudieron impedir su toma. En la acción, los invasores tuvieron 6 muertos y 3 heridos graves, mientras los locales 2 muertos y 4 heridos. Inmediatamente, la caja fuerte de la fortaleza fue forzada y saqueada, y de parte de la soldadesca filibustera hubo otros robos habituales.
Al día siguiente, Walker lanzó una “Proclama al pueblo de Honduras”, afirmando que su presencia en Trujillo constituía apenas un paso preliminar para volver a posesionarse de Nicaragua; primero, se proponía botar a Guardiola en beneficio de los pobres isleños de las Islas de la Bahía; y segundo, en su propio beneficio y en el de sus filibusteros, ansiosos de “retornar a su patria adoptiva”. Pero carecía de amigos en Centroamérica. “Es universalmente odiado y aborrecido, y si lo capturan de nuevo, le llegó su fin” -expresaba un estadounidense residente en Honduras en carta al editor del Nueva York Herald.
La vana búsqueda de Cabañas por el coronel Henry
Walker confiaba que la noticia de su desembarco promovería que viniesen voluntarios y esperaba que generase donativos “que necesitamos del pueblo sureño” -escribió a Fayssoux desde Trujillo-. Simultáneamente echó a rodar la falsa noticia de una revolución jefeada por el ex presidente hondureño Trinidad Cabañas, enemigo de Guardiola; pero Cabañas se hallaba expatriado en El Salvador.
Creyendo en su ilusorio invento, envió al coronel Thomas Henry en busca de Cabañas. Veterano de la guerra de los Estados Unidos con México, Henry regresó días después de muy mal humor. Antes de presentarse a Walker, se emborrachó y peleó con un joven teniente filibustero que le pegó un tiro. La bala le destrozó la mandíbula. Henry era un hombre impulsivo que constantemente se veía envuelto en broncas, duelos y discusiones. Dos semanas vivió Henry sin hablar. Ensangrentado tampoco podía escribir. Walker puso un frasco de morfina a su lado. Le oprimió afectuosamente el hombro. Y salió. El moribundo, haciendo un esfuerzo, se incorporó y vertió la droga en una taza de hojalata que contenía limonada. La meneó, y se la bebió hasta el fondo. Volvió la cara a la pared, se echó una frazada encima y se durmió el 26 de agosto para no volverse a despertar.
El capitán inglés Norvell Salmon y el Icarus
El Icarus -vapor de guerra inglés- arribó a Trujillo el 20 de agosto. Lo comandaba el capitán Norvell Salmon, quien bajó a tierra para evaluar la situación. Encontró a Walker con unos noventa hombres del fuerte y la ciudad desierta, excepto el cónsul inglés. Este le informó a Salmon que de las rentas de la aduana del puerto, hipotecadas por Honduras al Gobierno británico, los filibusteros habían extraído 3,855 pesos. Salmon, al día siguiente, exigió a Walker rendirse; pero la mañana del 22 comprobó que el filibustero se había marchado con su gente. Perseguidos por las fuerzas hondureñas -unos 200 soldados llegados del interior al mando del general Mariano Álvarez-, los walkeristas y sus fieles fueron capturados, con la ayuda del Icarus, a las 3 pm del 3 de septiembre de 1860. Ese día Walker se rindió a Salmon, oficial de la Marina Británica, entregándole su espada y su revólver.
Ya en Trujillo, Salmon firmó un convenio en el que consentía entregar a los filibusteros al general Mariano Álvarez. A Walker y al coronel A. F. Rudler, jefe del Estado Mayor filibustero, se los entregaba “incondicionalmente, para que sean tratados conforme a Derecho”; a los demás, “sujetos a las condiciones de que sean permitidos volver a los Estados Unidos, al dar su juramento de que no servirán en ninguna expedición futura contra ninguno de los Estados de Centro-América”. Mientras tanto, Martínez había enviado a Comayagua una nota en la que daba cuenta de los hechos “al señor general presidente”. El correo especial, a revienta caballos, regresó en seis días con una orden, refiriéndose a Walker y a Rudler: Páselo por las armas inmediatamente.
El proceso
El jueves 6 de septiembre el coronel Norberto Martínez y con el escribano José María Sevilla comenzaron el proceso, pasando a la cárcel de la fortaleza a interrogar a los reos. Walker declaró en español y sin intérprete. Dijo ser de 36 años, soltero, natural de Nashville y católico, y que se hallaba preso por infracción de las leyes de Honduras. Cuando la esposa de Martínez, doña Adela Prudot -hermana o familiar del agente consular estadounidense Eduardo Prudot- supo que Walker era católico, le envió una estatuita de la Virgen de Dolores que él veneró en su celda durante los últimos trances de su vida (Bolaños Geyer, 1999: 230). Añadió -contestando varias preguntas de Álvarez- que “como ciudadano y general de Nicaragua”, creía tener derecho a pasar a esa república; apoyado por estadounidenses de un partido creado en los Estados del Sur coincidía en sus fines con la Constitución de la Gran Logia “Red Star” (“Estrella Roja”), cuya copia se había encontrado entre sus papeles capturados.
El viernes 7, por medio del intérprete Joseph M. White, súbdito inglés, fue interrogado Antonio Francisco Rudler, de 38 años, soltero, nacido en Georgia, comerciante y católico; y “que en la guerra de los Estados Unidos en México obtuvo el grado de capitán”. Negó haber sido el segundo jefe de la falange invasora, pero reconoció haber atacado el puerto con el grado de Ayudante General de Walker, sin motivo alguno, sólo obedeciendo orden de Walker.
Ambos fueron interrogados por Martínez en los días subsiguientes. Walker fue acusado de haber cometido un acto de piratería “o filibusterismo” que negaría, incluso en su defensa escrita. Martínez le recordó a Walker algunos de sus actos más graves perpetrados en Nicaragua, y el reo explicó que consideraba esos actos legales. Fue entonces condenado el 11 de septiembre a “ser pasado por las armas ejecutivamente”. A Rudler se le condenó a cuatro años de prisión, pero luego fue indultado. A los demás 68 walkeristas se les permitió regresar a los Estados Unidos.
El cura nicaragüense Pedro Ramírez
El 12 de septiembre de 1860 un sacerdote católico (por cierto el nicaragüense de 45 años, nacido en León, Pedro Ramírez) asistió a Walker en sus últimos momentos. El filibustero se mantuvo erguido e impasible frente a los soldados andrajosos que iban a ejecutarlo frente al paredón de un abandonado cuartel a un cuarto de milla de la población. Había marchado con paso seguro con un crucifijo en la mano izquierda y su sombrero en la derecha, sin ver a nadie, sólo oyendo los salmos penintenciales del cura Ramírez.
Cuadrándose en el centro que formaba el pelotón de diez soldados en el patíbulo, dijo en voz baja, pidiéndole al sacerdote repetirlas: -Soy católico romano. Es injusta la guerra que he hecho a Honduras por sugestiones de algunos roataneños. Los que me han acompañado no tienen culpa, sino yo. Pido perdón al pueblo. Recibo con resignación la muerte. Quiera que sea un bien para la sociedad.
Diez balas atravesaron su cuerpo, y el oficial al mando le asestó en la sien el tiro de gracia. El cónsul de los Estados Unidos pagó diez dólares y con dos y medio reales por el rústico ataúd en que fueron introducidos sus despojos. Su entierro fue decoroso conforme el rito de la iglesia.

miércoles, 25 de abril de 2012

Personajes que vivieron en León Viejo.


Mañana, 26 de abril, se cumplen 45 años de la relocalización de las Ruinas de León Viejo, primera capital de la Provincia de Nicaragua, fundada en 1524 por el capitán español Francisco Hernández de Córdoba, y destruida en 1610 por una serie de terremotos y erupciones del Volcán Momotombo. Pese a su corta existencia, en León Viejo residieron, y algunos hasta tuvieron casa propia en la trágica ciudad, varios personajes que más tarde alcanzaron relevancia en la historia de los primeros años de la Conquista española.
El célebre defensor de los indios, el dominico Fray Bartolomé de las Casas, visitó varias veces León Viejo. En 1530, de paso para el Perú y luego en su viaje de regreso, en 1533.  Fue entonces que fundó el Convento de San Pablo, a instancias del primer obispo de León, monseñor Diego Álvarez de Osorio (1532-1539).
Sus prédicas en contra de la expedición al “Desagüadero”, por sus graves consecuencias para los indígenas, lo enemistaron con el segundo gobernador de Nicaragua, Rodrigo de Contreras, quien lo acusó ante el obispo Álvarez de Osorio de interferir las decisiones de la Corona, empeñada en que la expedición se llevara a cabo. Las desavenencias con el gobernador movieron al padre De las Casas a retirarse de Nicaragua, dejando abandonado su convento.
De su paso por Nicaragua no solo quedó el Convento de San Pablo, de humildísima factura, sino algo más importante: su famosa “Carta a un personaje de la Corte”, fechada en la ciudad de Granada, el 15 de octubre de 1535. En la Carta, De las Casas dice que “este reino de Nicaragua es la médula y riñonada de todas las Indias, puesto que de todas las Indias estimo por la más opulentísima tierra del mundo, si no es aquella desventurada tierra del Perú.  Es esta Nicaragua un paraíso del Señor”.
Otro importante residente en León Viejo fue Sebastián de Benalcázar o Belalcázar (Sebastián Moiano). Fue uno de los primeros vecinos de León, adonde llegó acompañando a Hernández de Córdoba. Fue el primer Alcalde Mayor del Cabildo de León, organizado días después de su fundación. Tuvo casa en León y mujer indígena, con quien procreó varios hijos mestizos, que años después hizo trasladar a su Gobernación de Popayán.  Benalcázar, a las órdenes de Pizarro, participó en la conquista de Quito (1534), y fundó las ciudades de Popayán y Cali (1536), estas dos últimas en la actual Colombia.
En ambas ciudades existen estatuas de este célebre capitán, cuya carrera en el Nuevo Mundo se inició en León Viejo, donde vivió varios años, marchándose en 1531 ó 1532 para participar en la gran aventura de la conquista del Perú, junto a Pizarro. En la ciudad de Cali, las familias de abolengo dicen remontar sus orígenes a este capitán español. Los capitanes Hernando de Soto y Hernán Ponce de León fueron dueños de una amplia casa en León Viejo, no muy lejos de la iglesia de La Merced, calle de por medio, cuyas ruinas han sido puestas al descubierto. Hernando de Soto participó también con Pizarro en la conquista del Perú.  Ya rico pasó a España, donde se casó con la hija menor de Pedrarias Dávila, Isabel de Bobadilla.
Luego fue gobernador de Cuba, de donde salió en 1539 a la conquista de la Florida, de la que fue su primer Gobernador. Es el descubridor del río Mississippi, a cuyas orillas murió en 1542. Era muy dado, siguiendo el ejemplo de Pedrarias, a “aperrear” a los indios.  Oviedo dice de él: ...“graduado en las muertes de los naturales de Nicaragua”...  El capitán Hernán Ponce de León también acompañó a Pizarro en la conquista del Perú y disfrutó, junto con su compañero Hernando de Soto, del reparto del tesoro del Inca Atahualpa, en Cajamarca.
También residió en León Viejo, durante más de un año (1528-1529), el gran cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, siendo testigo de muchos de los hechos que narra, en la parte dedicada a Nicaragua de su monumental crónica “Historia General y Natural de las Indias”. (3ra. Parte del Libro 4º). También insertó íntegro el interrogatorio que el fraile Francisco de Bobadilla, por órdenes de Pedrarias Dávila, hizo a los indios que recibieron el bautismo durante la visita de Gil González Dávila.
El interrogatorio era para averiguar si realmente se les podía considerar como cristianos. Las respuestas llevaron al gobernador al convencimiento de que habían olvidado todo lo referente a la fe cristiana. Pero el documento es muy importante porque permite conocer las ideas y concepciones de los indígenas.
FUENTE:Carlos Tünnermann Bernheim / osirismelisa/210412

sábado, 17 de marzo de 2012

Los “Pactos Dawson” y la diplomacia del dólar


Los cuatro “Pactos Dawson” (27 y 30 de octubre, 1910) fueron los instrumentos que implantaron dicho orden, sometido al dominio político de Washington y al económico y financiero de los banqueros de Wall Street. Los líderes de la revolución triunfante (Adolfo Díaz, Luis Mena y Emiliano Chamorro) firmaron dichos “Pactos” o convenios ante el Agente Especial Thomas Dawson —su artífice— y el Encargado de Negocios Thomas P. Moffat, ambos representantes del poder interventor. Uno de los convenios, el de carácter financiero, seguía al pie de la letra la política exterior de la potencia del Norte: la llamada dollar diplomacy.La concertación del mencionado empréstito se hizo entre el gobierno de Nicaragua —presidido desde el 9 de mayo de 1911 por Díaz— y los banqueros de Brown Brothers & Company y J.  W. Seligman & Company, de Nueva York, por la cantidad de US$1,500,000, con la garantía de las rentas aduaneras y bajo el estricto control de un Recaudador de Aduanas, nombrado por Washington y de nacionalidad norteamericana. El coronel Cliffor D. Ham, exfuncionario del servicio de Aduanas de Filipinas, ejerció dicho cargo a partir del 23 de noviembre de 1911 durante diecisiete años, y fue relevado por otro ciudadano norteamericano: Irving A. Lindberg
La fundación del Banco Nacional de NicaraguaAl empréstito anterior siguió otro de US$755,000. De esa cantidad se tomaron US$100,000 para la creación del National Bank of Nicaragua, Incorporated. Una vez aprobado por el Ejecutivo y el Legislativo el 29 de noviembre de 1911, se fundó el 8 de enero de 1912 conforme a las leyes del Estado de Connecticut. James Brown, Frederic Strauss y Thatcher M. Brown se presentaron ante el notario A. Canas para verificar dicha incorporación con domicilio en la ciudad de Hartford, en el condado del mismo nombre. El 49% de las acciones estaba en poder del gobierno de Nicaragua y el 51 en manos de los banqueros.Los derechos exclusivos del Banco Nacional de Nicaragua, Incorporado eran: servir de agente fiscal, pagador del gobierno y depositario en Nicaragua de sus fondos; “poner en práctica y mantener el plan que la República adopte para la introducción y conservación de un sistema monetario”; y emitir monedas en metálico y en billetes por el tiempo de la concesión: 99 años.
El córdoba y su paridad con el dólarSe procedió entonces a ejecutar el Plan Financiero propuesto por los peritos J. C. Harrison y Charles A. Conant, instalados en Managua desde finales de 1911. Así fue promulgada la Ley de Conversión Monetaria el 20 de marzo de 1912, que creaba la unidad monetaria córdoba, divisible en cien partes iguales y equivalente a un dólar. Se optó por esta paridad porque el comercio del país se hacía principalmente con los Estados Unidos, y, al evitarse el tipo de cambio, se facilitaba dicho comercio.El nombre de la nueva moneda procedía del segundo apellido del conquistador español Francisco Hernández de Córdoba (148?-1526), quien había implantado la dominación hispánica en la zona Pacífico del país, fundando las ciudades de León y Granada en 1524. El billete de un córdoba tenía como figura principal a su izquierda el retrato del referido conquistador, y a su derecha el del cacique Nicarao. Manteniendo la misma imagen a la izquierda, los billetes de 2, 5, 10, 20, 50 y 100 reproducían a su derecha, respectivamente, las efigies de los próceres Manuel Antonio de la Cerda (1777-1828), Miguel Larreynaga (1722-1847), Fernando Chamorro (1824-1863), Tomás Martínez (1820-1873), José Dolores Estrada (1792-1869) y un paisaje del lago de Managua: la isla y el volcán Momotombito.Además de la numeración respectiva, los billetes anteriores llevaban las anotaciones siguientes: “Este billete ha sido emitido de conformidad con la ley del 20 de marzo de 1912, será recibido en pago de los derechos aduaneros y será de curso legal y obligatorio para el pago de deudas dentro de la República de Nicaragua”. (Luego seguían las firmas de Adolfo Díaz, Presidente de la República, y de Pedro Rafael Cuadra, Ministro de Hacienda y Crédito Público). La otra anotación decía: “De conformidad con la ley del 20 de marzo de 1912 y bajo las condiciones que esa ley prescribe, el National Bank of Nicaragua, Incorporated, pagará a la vista al portador de este billete” (aquí el valor). Firma: James Brown, presidente.
La circulación del córdoba en monedas metálicas y billetes
La circulación del córdoba, en monedas metálicas y billetes, se inició el 23 de marzo de 1913. La Casa de Moneda de Birmingham, Inglaterra, fabricó las primeras; el Hamilton Bank Note, Engraving & Printing Co., de Nueva York, los segundos. La cantidad emitida en moneda metálica fue de C$297,750, y la de los billetes de C$4,500,000. Las monedas de plata, en sus diversos valores, llevaban: “En el anverso el busto del conquistador español Francisco Hernández de Córdoba, rodeado de la frase: República de Nicaragua. En el reverso el escudo de Centroamérica, tal como se encuentra en las monedas de la antigua Federación, rodeado el escudo de la frase: En Dios confiamos. Al pie del escudo el valor de cada moneda…” —se leía el artículo sexto del decreto del 28 de febrero de 1913. Cabe anotar que la frase “En Dios confiamos” era la traducción de la del centavo norteamericano con el busto de Abraham Lincoln (“In God we trust”), cuya primera serie databa de 1909. Fueron emitidas monedas metálicas de córdoba, de medio centavo y 1, 5, 10, 25 y 50 centavos de córdoba; y, como se dijo, billetes de 1, 2, 5, 10, 20, 50 y 100 córdobas. 

La conversión monetaria de 1913: 12.50 pesos por 1 córdoba
En cuanto a la conversión monetaria, se realizó en virtud del decreto del 28 de febrero de 1913, que establecía la tasa de cambio de 12.50 pesos por córdoba y se daría en el plazo de seis meses siguientes: del 23 de marzo al 23 de septiembre. Pero el plazo de la conversión fue prolongándose año con año, puesto que se concluyó en octubre de 1915, habiéndose cambiado 49 millones 450 mil pesos en billetes del Tesoro, que fueron incinerados, y 545,000 pesos en monedas de níquel de 5 centavos, las cuales fueron exportadas y vendidas por su valor metálico, lo que dio un total de 59,962,000 de la moneda vieja. Al mes siguiente, se establecía que para los pagos en las oficinas públicas únicamente se admitiría el córdoba.Y así fue. Sin embargo, a la unidad monetaria del país se le denominaría tanto córdoba como peso. Esto explica que el decreto legislativo del 21 de julio de 1926 por el cual se declaraba que el término “peso” —empleado por el pueblo— tendría el equivalente de “córdoba”.Excepto ciertos períodos de fluctuación definitivamente cortos, el córdoba se mantuvo en paridad con el dólar hasta 1934, cuando se dio su primera devaluación a C$1.10 por US$1.00; en 1937 se produjo la segunda: a C$2.00 por US$1.00; y en 1938 la tercera: a C$5.00 por US$1.00. Sus causas habían sido las excesivas emisiones que el gobierno realizó en esa época para mitigar la crisis y las políticas crediticias y presupuestarias mal diseñadas.
 La Ley Max o reforma monetaria de 1940
 De manera que el 26 de octubre de 1940, cuando estaba en ejercicio de la presidencia de Nicaragua Anastasio Somoza García, se acordó una nueva reforma monetaria que derogaba la del 20 de marzo de 1912. Dicha ley conservaba la devaluación del córdoba de 1938, que se mantendría hasta 1950, cuando se dio la cuarta devaluación: C$6.60 por US$1.00. Pero dicha reforma, producto de un estudio del perito financiero chileno, doctor Herman Max, no fijaba el valor del córdoba en relación con el oro de una vez por todas —como en la de 1912—, sino que se dejaba para ser determinado de vez en cuando, conforme a las exigencias del mercado.
He aquí cómo se definía nuestra moneda en esa ley, según el artículo 2: “El córdoba tendrá la relación de cambio con el dólar que fije el Consejo Directivo del Departamento de Emisión del Banco Nacional de Nicaragua, previo acuerdo con el Poder Ejecutivo. Dicha relación será variable y podrá ser modificada (…) cada vez que las circunstancias internas o externas del desarrollo económico del país así lo exijan”.
El Banco y su nacionalización
En seguida, el Banco Nacional de Nicaragua, Incorporado, se transformaba en una verdadera entidad nacional, de acuerdo con los accionistas reunidos en Hartford, Connecticut, el 10 de diciembre de 1940, correspondiendo ejecutar lo acordado al representante diplomático en Washington, doctor León Debayle, luego Gerente General de la institución. Se operaría, pues, una completa nacionalización del Banco, al que se le dotó de la estructura específica de ente autónomo, de tal modo que su ley creadora fue ajustada a lo dispuesto en el artículo 297 de la Constitución política del 22 de marzo de 1939: “Los servicios que constituyen el dominio industrial y comercial del Estado podrán ser administrados por Consejos o directorios autónomos, cuando se dispone por la ley para la mayor eficacia del mismo servicio y para el bien público”.
En efecto, el Banco Nacional de Nicaragua comenzó a funcionar como banco emisor y como banco comercial. Signo de esa nueva era fue la resolución de su Consejo Directivo, correspondiente a su sesión del 31 de diciembre de 1940, en la cual quedó fijada la relación de cambio del córdoba con el oro a 0.2777734 gramos de oro por un córdoba, lo que equivalía al tipo de cinco córdobas por un dólar de los Estados Unidos de América. Naturalmente, esta resolución se sustentaba en la Ley Monetaria del 26 de octubre del mismo año.
Bibliografía: Arellano, Jorge Eduardo: La moneda en Nicaragua / reseña histórica. Managua, Banco Central de Nicaragua. 2000; Cuadra Cea, Luis: Aspectos históricos de la moneda en Nicaragua. Managua, Banco Central de Nicaragua, 1963; Palma Martínez, Ildefonso: Moneda y bancos en Nicaragua. Managua, Editorial Novedades, 1952.